Un vídeo publicado por un usuario de Twitter ha evidenciado el gran problema al que se enfrentan las máquinas: adaptar su conducción automatizada a la de los humanos. En él podemos ver cómo un coche Waymo autónomo intenta incorporarse a una autopista pero acaba desistiendo. Nadie le facilita la incorporación.
La prueba de fuego: la impredecibilidad humana
La experiencia en el campo de la convivencia de los coches autónomos y los conductores humanos no está resultando precisamente alentadora. A los recientes accidentes mortales en los que Tesla y Uber se han visto involucrados hay que añadir una larga lista de encontronazos con conductores humanos. ¿Veredicto? La culpa la tenemos nosotros.
Self driving #Waymo car tried merging onto the highway, missed multiple opportunities (programmed defensive driving?), then rerouted to exit after failing 😂😂 pic.twitter.com/qvDw6sEPmd— Nitin Gupta (@nitguptaa) 29 de abril de 2018
En el vídeo se pueden observar dos tímidos intentos por parte del vehículo autónomo de Google; pone el intermitente para incorporarse, y probablemente el sistema pondera dos variables para proceder a la maniobra:
Recursos disponibles. En este caso, la longitud del carril.
Gestión del tráfico.
En este caso, ni la longitud del carril ni la gestión del tráfico presentan escenarios fáciles; de hecho, ningún vehículo le facilita la maniobra. Así que sigue su camino.
Es cierto que el coche circulaba por un carril de trenzado (salida de la vía y entrada a la misma, combinadas en un solo carril), y eso facilita una escapatoria en caso de que el coche autónomo no se pueda incorporar. Pero ¿qué hubiera pasado si esto llega a suceder en un carril de aceleración?
Este tipo de maniobra, una incorporación a vía rápida, representa uno de los mayores retos para la tecnología autónoma por la dificultad de calcular distancias a esas velocidades y sobre todo, el comportamiento impredecible de las personas al