Desde principios del pasado año, el Škoda Octavia se comercializa con una serie de cambios que afectan a su estética exterior, equipamiento, acabado interior y gama de motores. Nosotros probamos la versión que puede funcionar con gas natural y gasolina en formato de carrocería familiar (más información). Su precio de salida es de 18.415 euros (ver todos los precios).
Si comenzamos por los cambios introducidos en el diseño de la carrocería, destaca el nuevo frontal, que ofrece una nueva parrilla, unas tomas de aire más anchas y unas luces adicionales en el interior de los faros con un aspecto cristalino. Los faros exteriores generan la luz de cruce y el haz de luz brilla desde las luces interiores dirigidas hacia la rejilla del radiador. Las nuevas luces delanteras full-LED están disponibles desde el acabado Ambition. En la parte trasera se ha rediseñado el parachoques trasero y los pilotos ahora utilizan tecnología LED.
Un habitáculo amplio y con una gran sensación de calidad
Las dimensiones de las dos variantes han cambiado ligeramente. La berlina ha crecido en 11 mm hasta los 4.670 y el familiar lo ha hecho en 8 hasta los 4.667 mm. La vía posterior es 20 ó 30 mm más larga en función del motor. Por su parte, la distancia entre ejes que se mantiene en los 2.686 mm. A partir de estas dimensiones, los ingenieros de Škoda han creado un interior que cuenta con mucho espacio para los pasajeros y el equipaje superior al de sus competidores. De este modo, los ocupantes cuentan con un gran espacio para piernas, brazos y hombros en las plazas delanteras y traseras.
Todos los asientos son muy confortables y cuentan con un tapizado agradable al tacto y muy bien acabado. En cuanto a los delanteros, nos hubiera gustado que recogieran algo mejor en la zona