Lo normal que suele pasar cuando un político llega al poder es suscitar controversia, pues suele ser apoyado por una parte de la sociedad y denostado (o cuestionado) por otra. Donald Trump no iba a ser la excepción que confirmara la regla, pues a pesar de haber salido victorioso en las urnas, no cuenta con el beneplácito de los líderes de opinión e intelectuales de su país, ni del mundo.
Pero además, no sólo es que no cuente con el apoyo de gran parte del mundo, sino que ha logrado algo que parecía imposible, poner de acuerdo en sus peticiones al sector del automóvil mundial. La razón de esta situación se da tras la “Guerra Comercial” que ha iniciado al desempolvar una vieja ley de la Guerra Fria que le permite imponer aranceles a productos extranjeros alegando para ello “motivos de seguridad nacional”.renderAd(adPage,44162);
Hace unos días os contamos que Volvo y Daimler AG (matriz de Mercedes-Benz y Smart) habían avisado de que el cambio en las reglas comerciales podría ocasionar problemas económicos a nivel mundial. Tras ello, saltó a la palestra Harley-Davidson anunciando que se llevaría parte de su producción americana a un tercer país que no estuviera en guerra comercial con la Unión Europea, su principal mercado.
Pero a todo ello hay que sumar los movimientos que están ultimando México, China, la India o Japón. Estos cuatro países están ultimando un estudio para determinar qué productos provenientes de los Estados Unidos pueden sufrir incrementos en sus tasas y aranceles de entrada a sus países. Según el Secretario de Comercio de Estados Unidos, esta reacción es injustificada y desproporcionada, pues según él, no están haciendo daño a las economías y empresas de estos terceros países.
A este revuelo mundial, el sector del automóvil americano, englobado en la Alianza de Fabricantes de Automóviles a hecho