Escribía hace unos días mi compañero Sergio que no quería un coche conectado, sino sentirse conectado al coche. Una reflexión que merece la pena leer (podéis hacerlo pinchando aquí) y que no hace sino reflejar el momento que vivimos: uno en el que los coches son harto complejos, cada vez más tecnológicos pero cada vez más alejados de las sensaciones de conducción. Aun así todavía hay quien navega contra corriente en medio del océano y no, no nos referimos al Porsche 911 Carrera T. Algo mucho más puro, simple de verdad, como los Caterham: un pequeño fabricante que vive uno de sus mejores momentos en muchos años.
Las virtudes de los Caterham se sobreponen a su nula practicidad para el día a día, y le han valido para tener vendida toda su producción en Europa hasta finales de 2019
Caterham tiene actualmente una gama bastante amplia basada en el Lotus Seven. Amplia en el sentido de opciones de potencia y diferentes puestas a punto porque, en esencia, es siempre el mismo coche. Desde el más modesto, el Caterham 165 de 80 caballos, hasta el Caterham 485 con sus 240 CV para poco más de media tonelada (y sin contar el 620R sólo apto para circuito). El denominador común en todos es la sencillez, la ligereza y las sensaciones de conducción. Estas bondades se imponen a la nula practicidad de los Caterham para el día a día, y se imponen hasta el punto de que el pequeño fabricante británico tiene vendida toda su producción para Europa hasta el tercer trimestre del año 2019.
Es cierto que su capacidad de producción es pequeña, pero tener asegurada la misma a más de un año vista es siempre buena noticia. Según Motor1, Caterham consiguió vender el año pasado 667 coches, una cifra muy modesta en términos absolutos que,