El automovilismo siempre ha servido de escaparate para la tecnología de los fabricantes que se enfrentan a la competición. Esa superioridad tecnológica es lo que les permite ganar al hacer posible que se expresase todo el talento del piloto con el apoyo de los mecánicos (que representan la experiencia y el saber hacer de la compañía).
La competición pone a prueba los pilotos y los ingenieros que deben buscar soluciones inteligentes e imaginativas para mejorar las prestaciones del coche de competición. Y muchas de esas innovaciones ideadas en la competición forman parte ahora de nuestros coches.
“Win on Sunday, sell on Monday” se solía decir en los años 60 al hablar de la competición automovilística. Las victorias en las carreras les daban un prestigio que les permitía luego vender coches de calle. Jaguar, Ferrari, Porsche, Chevrolet, Ford, Renault y en definitiva cualquier marca que haya competido, en la fórmula que sea (F1, NASCAR, GT, rally, etc), lo hizo por esa sencilla razón. Vender coches es el objetivo último. Hoy en día, nada ha cambiado.
Evidentemente, aunque compremos un Honda, un Renault, un Porsche, un McLaren o un Ferrari de calle, éste no va a tener los mismos componentes que el coche de carrera. Y sin embargo, todas las marcas apelan a sus éxitos pasados y/o actuales en competición como uno de sus pilares de superioridad técnica. Aún a sabiendas que no es más que una estrategia de marketing, es indudable que la competición aportó soluciones innovadoras que en mayor o menor rapidez llegaron a los coches de calle. Y estos son solo algunos de los ejemplos más famosos.
Frenos de disco
El primer sistema realmente eficaz de frenos de disco fue ideado para el Jaguar C-Type de las 24 Horas de Le Mans de 1953. Los discos de acero, al estar al aire libre