El Gran Premio de Bélgica de 2018 nos ha dejado uno de los accidentes más aparatosos de los últimos años en Fórmula 1 -en el TCR de esto saben mucho más- en lo que a coches implicados respecta pero no es la primera vez que hemos visto algo así en este circuito. En el pasado sucedió, concretamente en 2012 y exactamente en la misma curva, pero algo ha cambiado desde entonces que ha hecho que lo sucedido en Spa-Francorchamps seis años después haya salvaguardado la vida de todos los pilotos implicados: el halo.
En aquella ocasión el que se pasó de frenada fue Romain Grosjean y fue sancionado con un Gran Premio de suspensión, este año ha sido Nico Hülkenberg y la sanción, «solo» diez puestos en la parilla de salida del próximo Gran Premio de Italia de Fórmula 1. La diferencia entre ambos castigos, que la pasada de frenada haya sido por el exterior y no por el interior, entre otras cuestiones.
Analizando lo sucedido, Hülkenberg pierde completamente el punto de frenada y cuando pisa el pedal es demasiado tarde e impacta por detrás contra Fernando Alonso. El asturiano, su vez, embiste a Charles Leclerc y el coche despega dañando en la subida el Red Bull de Daniel Ricciardo. El monoplaza pasa por encima del Sauber golpeando su halo y al caer -todo lo que sube baja, cosas de la gravedad- vuelve a golpear el coche del piloto monegasco antes de colisionar violentamente contra el suelo.
El halo, un seguro de vida
La chancla será todo lo fea que nosotros queramos -porque lo es, no vamos a ponernos ahora a decir que es bonito- pero cumple su función. El vuelo de Fernando Alonso rondando la cabeza de Charles Leclerc ha sido realmente peligroso.
«Lo más positivo es que