Debo de estar haciéndome muy mayor, porque acabo de darme cuenta de que este BMW M5 2018 que estoy conduciendo, es ya la cuarta generación que pruebo de la berlina grande deportiva de BMW. Ahora tiene 600 CV y un novedoso sistema que permite pasar de tracción a las cuatro ruedas a tracción trasera con solo pulsar un botón. Lo he probado todo lo a fondo que me ha dejado y así es cómo se comporta.
Para construir esta máquina, se toma como base un inofensivo BMW Serie 5, con sus 4,96 metros de largo y carrocería de tres volúmenes y se empieza a trabajar en muchos aspectos que afectan al comportamiento dinámico para conseguir el coche que tenemos delante. De un primer vistazo hay que admitir que los cambios realizados sobre la carrocería son más bien discretos.
Lógicamente luce un faldón delantero con gigantescas entradas de aire, que si bien no difiere del que puede montar un Serie 5 con paquete aerodinámico M, sí asegura una entrada de aire suficiente para hacer respirar al motor V8 TwinTurbo y refrigerar los frenos.
Son específicas también las branquias laterales situadas en las aletas delanteras, que incorporan una moldura con el logotipo M5 y que además sustituyen de un plumazo las molduras con función Air Breather cromadas que no realzan demasiado el lateral de los Serie 5 normales.
Los espejos retrovisores exteriores pondrán a tono a cualquier amante de los BMW M, ya que mantienen ese estilo inconfundible con un falso doble brazo de anclaje al ángulo de la ventanilla delantera, que recuerda a los que montaban los BMW M3 E36 salvando las diferencias de tamaño.
En la trasera, la artillería está compuesta por las clásicas cuatro salidas de escape, pintadas en color negro brillante en esta unidad con escapes deportivos y