El coche que tenéis en vuestras pantallas no es un Mercedes 190 E 2.5-16 Evolution II. Aunque lo parezca. Antes de hablaros de cómo se transforma un Mercedes C 63 AMG en uno de los youngtimers más cotizados de la marca – ¿o es al revés? – os vamos a poner un poco en contexto. Los Mercedes 190 E 2.5-16 fueron creados con el objetivo de homologar los 190 E que competirían en el DTM a finales de los 80 y los 90. Los 2.5-16 Evolution II fueron el último grito de esta saga, llegando a desarrollar 235 CV de potencia, además de presumir una excepcional puesta a punto y un excepcional kit aerodinámico. Sólo 502 unidades fueron fabricadas entre 1990 y 1991.
La cotización de estos coches está hoy por hoy bien entrada en las seis cifras, en pleno territorio especulativo. Pero los chicos de Piper Motorsport querían tener un Evolution II, y para conseguirlo, optaron por una solución mucho más… exótica. Este taller de Virginia (EE.UU.) decidió crear un Evolution II mezclando las piezas de un Mercedes 190 E W201 y un Mercedes C 63 AMG W204. Hablando en plata y simplificando al extremo, acoplaron al Mercedes C 63 AMG la carrocería del W201. El proyecto fue bautizado como Frankenstein Benz. Un complicado y largo proceso cuyo resultado es el que tenéis en vuestras pantallas.
El proyecto ha tardado cinco años en completarse. Miles de horas de trabajo y decenas de miles de dólares han sido invertidas.
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El Mercedes C 63 AMG usado como donante montaba la que posiblemente era una de las mejores mecánicas de AMG: