No cabe la menor duda de que los sistemas de ayuda a la conducción realmente nos facilitan mucho la tarea a los conductores. Y es que, los coches han evolucionado muchísimo en los últimos años en esta materia. Uno de los más usados es el regulador de velocidad automático, también conocido como control de crucero o cruise control.
Este sistema nos ayuda a descansar nuestro tobillo derecho especialmente durante los viajes. Por ello, el regulador de velocidad es muy cómodo, pero además también nos puede librar más de una multa de exceso de velocidad por despiste; siempre y cuando seleccionemos una velocidad dentro de los márgenes de la ley, claro. Sin embargo, hay situaciones en las que nos conviene no utilizarlo. ¿Cuándo utilizar el control de crucero y cuándo no?renderAd(adPage,44162);
Antes de nada, cabe destacar que este sistema ha evolucionado en los últimos años. En un principio, solo nos permitía seleccionar una velocidad y modificarla manualmente con los mandos del volante. Ahora ya tenemos el control de crucero adaptativo, que reduce la velocidad automáticamente si el vehículo que circula delante nuestra va más lento, manteniendo la distancia de seguridad sin que el conductor intervenga.
Cómo funciona el control de crucero
El control de crucero es un sistema que, aunque nos ayuda mucho, tiene un principio de funcionamiento muy básico. Cuando lo activamos y seleccionamos una velocidad, la electrónica simplemente se encarga de gestionar el acelerador para mantener dicha velocidad. Cuando afrontamos una pendiente y detecta que el vehículo pierde velocidad, aumenta la carga para volver a estabilizarse en la que habíamos preseleccionado.
Cabe decir que los primeros modelos con regulador de velocidad eran un tanto bruscos en este sentido, pues aceleraban bastante fuerte cuando notaban que afrontábamos una cuesta y, por tanto, se hacía notar en el habitáculo. Ahora son mucho más suaves a la hora