“Creo que la gran era del diseño de coches está llegando a su final… para la clase de coches que está aquí, faltan cinco minutos para medianoche” afirma Stephen Bayley en la presentación de Grandbasel ante una perpleja audiencia repleta de medios de motor. Además de una bonita metáfora, esta frase es un crudo y realista sumario de la situación a la que se enfrenta el automóvil, tanto por los cambios culturales de la sociedad como por los problemas internos de su industria. En Basilea dialogamos con Bayley y con Paolo Tumminelli, dos personas cuya visión global del pasado, presente y futuro del automóvil nos ofrece muchas claves sobre este momento histórico.
Todo el debate en torno a los coches, las ciudades y la contaminación de los últimos años admite muchas lecturas, pero una las atraviesa a todas: el romance entre la sociedad y el automóvil está agotado. Para Stephen Bayley, comisario del Boilerhouse Project en el Museo Victoria y Alberto y co-fundador del Museo del Diseño de Londres en 1989, una de las razones principales tiene que ver con la forma en que usamos el coche: “En el futuro probablemente viajaremos menos, nos desplazaremos menos, así que de algún modo nos encontramos también al final de una gran era del transporte privado”, dice alineándose con especialistas de diferentes campos que coinciden en prever un futuro eminentemente urbano. Y lo explica con su propio ejemplo: “Me interesan los buenos coches, pero vivo en Central London, y allí los automóviles son objetos inútiles. Conduzco unos 5000 km al año, principalmente en fines de semana, y podría dejar de conducir para siempre sin que eso fuese un problema”.
Sin llamarlo así la industria del automóvil parece aceptar este fin de ciclo al invertir grandes capitales en empresas que desarrollan alternativas como la conducción autónoma