Hace ya muchos años que Saab dejó de estar entre nosotros. El fabricante sueco de coches cerró sus puertas en 2011, tras una travesía por el desierto que culminó en quiebra. Todo lo que queda hoy de Saab pertenece a NEVS, un fabricante chino de coches eléctricos en cuyos planes no está resucitar la marca sueca – ni siquiera cuenta con los derechos de uso de su nombre. Ahora bien, ha sido una grata noticia descubrir que hay algo de Saab en cada Jaguar I-Pace que rueda por las calles. ¿Cuál es la conexión entre un defunto fabricante sueco y un crossover eléctrico de última generación?
Cuando Saab estaba luchando por sobrevivir en 2010, formó una joint-venture con una empresa estadounidense llamada American Axle & Manufacturing Holdings. Esta empresa afincada en Detroit es uno de los proveedores clave de Jaguar Land Rover, a quienes suministra todo tipo de componentes del tren de rodaje. La joint-venture de Saab y American Axle tenía como objetivo el desarrollo de sistemas de propulsión eléctricos. Aquella unión entre las dos empresas capitalizaba la experiencia de Saab en sistemas de tracción integral, aplicándola a un revolucionario sistema de propulsión 100% eléctrica.
American Axle fabricaba la reductora de los Land Rover Defender y el grupo delantero de los Jaguar XE de tracción total, entre otros componentes.
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A mediados de la pasada década Saab sabía que el futuro pasaba por los coches eléctricos y sabía que su packaging permitiría un completo rediseño de sus sistemas de propulsión. Creían que el óptimo era un motor eléctrico por eje, situando entre ellos la batería para reducir su centro de gravedad. Tras la quiebra de Saab, sus acreedores