Los turbocompresores de geometría variable se han convertido en un elemento casi obligado en todo motor turbodiésel moderno. Este diseño de turbina de sobrealimentación permite ofrecer una respuesta más progresiva, además de mejorar el comportamiento del propulsor, de ahí su gran popularidad. Pero hablamos de un sistema complejo, por lo que no es extraño encontrar problemas en la geometría variable de un turbocompresor de motor diésel. Hoy descubriremos cómo prevenir sus problemas más comunes.
Una geometría atascada es sinónimo de menos prestaciones y más consumo en tu motor diésel
La geometría variable de un turbocompresor tiene como único fin modificar la incidencia de los gases de escape sobre la turbina para así modular la presión de sobrealimentación que es capaz de generar. Hablamos de pequeños álaves que giran sobre sí mismos para alterar el flujo de aire que incide sobre la turbina. Gracias a ese movimiento se puede conseguir una incidencia del flujo directa para una respuesta rápida al acelerador, o todo lo contrario, desviando el flujo de gases para reducir el giro de la turbina y con ello disminuir la sobrepresión en la admisión.
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Hablamos por lo tanto de un sistema sumamente sencillo en cuanto a concepto, pero no tanto en cuanto a diseño. Nos encontramos con un sistema con pequeñas piezas móviles que han de soportar muy altas temperaturas, trabajan con gases de escape, y además deben hacer frente a todos los residuos que genera la combustión del gasóleo. Por ello la avería más habitual en un turbocompresor de geometría variable en un diésel es que la geometría quede atascada, bloqueando su posición e impidiendo realizar su trabajo con la consiguiente pérdida de rendimiento y aumento del consumo.
Dado que la