Estamos acostumbrados a ver cómo los coches que vemos a diario por la calle, esos que están pensados para todos los públicos, y todos los bolsillos, sufren la crudeza de los crash test, de las pruebas de seguridad llevadas a cabo por organismos como EuroNCAP, para garantizar que son seguros para sus pasajeros. ¿Pero qué sucede con fabricantes de superdeportivos, carísimos, y exclusivos, que apenas producen un puñado de coches? Más allá de los procesos de homologación y las especificaciones técnicas requeridas en todo el mundo, algunas marcas replican pruebas que se llevan a cabo en turismos para asegurarse de que sus máquinas son seguras. Y eso nos lleva a esta historia, a ver cómo se destroza un superdeportivo, por el bien de la seguridad.
Destrozando un superdeportivo eléctrico
Rimac, un pequeño fabricante que se ha propuesto lanzar un espectacular superdeportivo eléctrico, nos ha mostrado cómo se cercioran de que su nueva máquina, el Rimac C_Two, es segura.
Como en cualquier otro coche, cueste menos de diez mil, o más de un millón de euros, buena parte de las pruebas de seguridad tienen lugar en avanzados simuladores informáticos, que emulan pruebas de impacto, y con las que se puede refinar el diseño de la estructura, los materiales empleados, las consecuencias de choques de muy diversa índole, la deformación de las estructuras y, por lo tanto, buscar soluciones óptimas que consigan que el coche sea más seguro.
Un fabricante generalista lleva a cabo diferentes pruebas de impacto, reales, internas, que van más allá de las pruebas de EuroNCAP que son las que generalmente trascienden. Rimac nos ha mostrado que, en su caso, también han optado por esta solución. Y nos han dejado con un despliegue de imágenes, de su nuevo superdeportivo eléctrico haciéndose trizas, que es sorprendentemente gratificante. Tras hacer estas pruebas reales, Rimac intenta