Los sistemas anticontaminación de los coches diésel siguen siendo motivo de gran polémica tal y como se extrae del último estudio de Transport & Environment. Pese a los avances introducidos en los motores diésel más modernos para netraulizar sus emisiones contaminantes, a la hora de analizar todos sus escenarios de uso, volvemos a encontrarnos con situaciones donde sus emisiones se multiplican de forma alarmante. Así, el foco de este nuevo estudio se centra en el complejo y temido proceso de regeneración del filtro antipartículas o FAP, un momento donde nuestro coche diésel dispara sus emisiones en pos de realizar un proceso de limpieza que impida la avería del sistema.
La regeneración del FAP escapa de la homologación y supone un serio incremento de las emisiones
¿Qué es la regeneración del FAP y cuándo se produce?
Para este nuevo estudio sobre el impacto de los diésel modernos, T&E se ha basado en un escenario que si bien no se da de forma frecuente, merece la pena analizar pues tarde o temprano entra en acción. Hablamos de la regeneración del filtro antipartículas (FAP), un proceso que afecta a todos los motores diésel modernos y que tiene como objetivo realizar un mantenimiento preventivo a través de una incineración controlada. El FAP, con el paso del tiempo y los kilómetros, acumula en su interior partículas generadas durante la combustión del gasóleo, una vez esta acumulación alcanza un determinado límite, la ECU del motor pone en marcha un proceso de incineración que «neutraliza» estas partículas convirtiéndolas en ceniza y partículas de menor tamaño.
El proceso de regeneración suele producirse de forma más o menos transparente para el conductor, de hecho según el criterio de cada fabricante, este proceso es alertado o no al conductor. Sin embargo, su procedimiento es idéntico en todos los motores a gasóleo, produciéndose un aumento