Aunque la previsión para el diésel en los próximos años, a priori, no sea nada esperanzadora, la industria del automóvil aún se aferra a un clavo ardiendo. Si no muere el diésel, será más fuerte, al menos por un tiempo. Nos guste, o no, el diésel sigue siendo necesario. Y así lo será por bastantes años. La prueba la tenemos en el efecto que el declive de los diésel está teniendo en la media de emisiones de CO2 de los coches nuevos. En un momento en que la Unión Europea, y los estados miembros, hablan de descarbonización, de transición energética y, en esencia, de la reducción progresiva de las emisiones de CO2, los coches nuevos que se están matriculando emiten medias de CO2 más altas, por la caída de la cuota de los diésel.
La industria sigue confiando aún en el diésel
La industria espera que ese efecto, junto con la incorporación de los nuevos motores diésel, que cumplen con las normativas de emisiones más estrictas, y que emplean sistemas para neutralizar las emisiones que hasta ahora más nos preocupaban de la combustión del gasóleo, los NOx, animen a los compradores a regresar al diésel. De hecho, marcas como Mazda ya han apuntado que en algunos de sus modelos, equipados con motores diésel que ya superan las próximas normativas de emisiones (Euro 6d-temp), los clientes están regresando a los motores de gasóleo.
Ni los más optimistas imaginan que el diésel vuelva a alcanzar las cuotas de antaño, pero su caída sí podría remitir, y los diésel podrían volver a contar con la confianza de los compradores.
La industria espera que la evidencia, que los diésel emiten menos CO2, permita que la caída de las ventas del diésel remita, y recupere su prestigio
Es evidente que el único futuro, en el escenario más próximo, es el