Puede que sea soberbio por mi parte -confío en que no- hablar sobre este tema teniendo en cuenta que, al contrario que muchos de mis compañeros de profesión que llevan décadas en el sector, tan «solo» llevo cuatro años dedicándome íntegramente al periodismo del motor. Sin embargo, lo considero tiempo suficiente como para rasgar la cordialidad que frecuento por estos lares cuando escribo sobre coches y hablaros de una forma más cercana para desvelaros los entresijos de esta profesión que tanto llama la atención entre nosotros, los amantes de las cuatro ruedas.
Sin lugar a dudas, me considero un privilegiado al poder afirmar que mi profesión me hace feliz, que me dedico a algo que me apasiona y que, al igual que muchos de vosotros, yo también estuve al otro lado de la pantalla fantaseando con meterme en este mundo. Sin embargo, mentiría si dijese que todo es de color de rosas y que todos y cada uno de los aspectos que la enmarcan son maravillosos; pero antes de analizar todos los puntos, dejadme abrir un apartado con cierto tono autobiográfico.
«¿Qué tengo que estudiar? ¿Cómo puede uno dedicarse a esto?»
Estas -y seguro que muchos de mis compañeros y ya amigos estarán de acuerdo- son algunas de las preguntas que más me formulan cuando me preguntan a qué me dedico. Es cierto que la respuesta que espera todo el mundo es que estudies periodismo o que te formes en algún campo de la comunicación para llegar a trabajar como periodista del motor; pero realmente no es necesario y a los hechos me remito.
Cuando tenía 18 años y acababa de terminar selectividad, tenía claro que quería estudiar algo que me llevase a trabajar con coches, mi pasión desde que tengo uso de razón. Mi primera opción fue ingeniería, carrera en la que invertí un año y, tras darme cuenta de que no me fascinaba, decidí abandonarla. Durante ese verano tras el que debería pasar a segundo aproveché para escrutar drásticamente las diferentes alternativas a ingeniería y cuáles podrían llevarme hasta los coches.
Periodismo empezó a crecer en mí como una opción plausible y muy atractiva, pero, por motivos que no vienen al caso, me vi en la obligación de descartarla. -«Plan C»- pensé para mis adentros, y finalmente, sin saber muy bien ni por qué ni cómo, terminé en Filología hispánica. Siempre me he considerado un enamorado de la literatura y siempre me ha gustado escribir -requisito indispensable para dedicar en cuerpo y alma a este trabajo-, así que la idea no me pareció mala.
Durante el primer año, ya tenía claro que quería enfocar mis estudios hacia esta profesión al contrario que muchos de mis compañeros de clase. Con esta premisa, empecé a buscar dónde meter la cabeza e ir pasito a pasito. Tras unos meses mandando correos y mi -por aquel entonces pobre y endeble- curriculum sin mucho éxito, conseguí un puesto de becario en una revista que llevaba poco tiempo en funcionamiento.
Me dio exactamente lo mismo, yo estaba feliz por el simple hecho de poder escribir sobre coches y por realizar mis primeros ademanes como periodista del motor. No tenía acceso a coches de prensa ni mucho menos, así que empleaba muchas de mis tardes libres para pasarme por todos y cada uno de los concesionarios de mi ciudad en busca de un benévolo director o jefe de ventas dispuesto a dejarle un coche a un pobre diablo como lo era yo por aquel entonces.
Finalmente y tras dar -literalmente- mucho la tabarra, conseguí que me dejasen durante un día un Citroën C3 lleno de rótulos por todos los costados. Así estuve durante un año, escribiendo con muchas ganas y peleando para conseguir más coches, asistir a eventos locales que organizaban los propios concesionarios y darme a conocer para poder avanzar. Tras un año de idas y venidas en todos los sentidos, volví a la carga con los curriculum y correos, hasta que Highmotor decidió ofrecerme un puesto en su plantilla.
Lo bueno, lo bonito y lo no tan bonito
Desde aquella conversación con Javi -jefe y desde hace tiempo un buen amigo- en octubre de 2017, he podido reafirmar que esta profesión no solo me encanta, sino que también es preciosa. Por una parte tenemos la parte más atractiva de ella, las pruebas de coche. En mi caso requieren de un desplazamiento extra porque no resido en Madrid, ciudad donde todas y cada una de las marcas cuentan con su sede y con su correspondiente flota de prensa.
Esto es una situación personal y que no es genérica en la profesión, pero aprovecharé para decir que tiene el handicap de invertir muchas horas en la carretera pero me permite ir conociendo el coche en cuestión durante el propio trayecto e incluso descubrir nuevas localizaciones para ir empezando con la sesión de fotos.
Muchos son los que piensan que invertimos horas y horas a los mandos de los coches más espectaculares del mundo, y lo cierto es que sí, muchas veces podemos sentar nuestras posaderas de periodista en vehículos de ensueño, pero no es así en la mayoría de los casos. Y es que de vez en cuando también sienta bien no ser el centro de atención y pasar desapercibido con tu coche de prensa normal y corriente, al igual que agradeces no tener que estar cada dos por tres en la gasolinera.
Pero aquí llega el punto del que muchos no son conscientes, el aspecto de este trabajo que no está expuesto y que, pese a que tiene muchas ventajas, requiere de sacrificio, tiempo y esfuerzo. Me refiero a las miles de horas que invertimos donde me encuentro mientras escribo estas palabras: tras el teclado aporreando teclas. Las pruebas son sin lugar a dudas el tipo de artículo que más tiempo llevan debido a la longitud de las mismas, escoger las mejores fotos y, sobre todo, transmitir con claridad las sensaciones que nos ha provocado el coche, cosa que no siempre es fácil y sobre todo cuando la inspiración no está de tu parte, otro aspecto que fluctúa mucho y que es crucial importancia para hacer los artículos lo mejor posible.
La parte buena de este punto es que, al menos en mi caso, mientras que tenga acceso a internet y un ordenador a mano puedo trabajar desde cualquier parte. Esto me permite organizarme como mejor me convenga tanto a mí como a la propia revista, adaptándome a diferentes horarios y necesidades de publicación. Sin embargo, hay que ser consciente de este apartado y que el trabajo no consiste simplemente en probar «coches chulos», sino trabajar sobre ellos y con ellos, buscar virtudes, defectos, hacer fotos y después plasmar todo eso en un texto de forma clara y concisa.
Otro punto de la profesión que suele llamar mucho la atención es la cantidad de veces que viajamos al año o bien para asistir a salones -que por desgracia se encuentran en peligro de extinción-, o bien a presentaciones que organizan las marcas. Estas últimas pueden ser carácter nacional o internacional, lo que implica en el caso de estas últimas viajar al extranjero la mayoría de las veces. No os voy a mentir, mola mucho poder probar de primero un coche que acaba de salir al mercado y hacerlo en un país que no conoces descubriendo al mismo tiempo su paraje, pero hasta ahí llega la exploración y me explico.
En la mayoría de las ocasiones, estos viajes suelen ser de un día, es decir, vamos y volvemos en el mismo día, algo que tan solo nos permite conocer el coche en sí y poco más. En caso de que la presentación implique más días, también son destinados íntegramente al vehículo que vamos a conocer, por lo que no hay tiempo para hacer turismo o descubrir los entresijos de la ciudad que estemos visitando. No es una queja ya que son viajes de trabajo, pero sí hay que tener en cuenta que no son vacaciones y que invertimos muchas horas en aviones y vuelos a horas -valga la redundancia- generalmente prohibitivas.
Mis conclusiones
En fin, después de esta chapa a la que os he sometido, me veo obligado a hacer a modo de resumen una serie de conclusiones que he ido sacando a lo largo de estos cuatro años. Si te apasiona el mundo del motor, entiendes sobre coches, mecánica y te apasionan, este puede que sea tu sector. Personalmente creo que no es decisivo lo que estudies, puesto que muchos compañeros de profesión cuentan a sus espaldas con una formación -como aquí un servidor- que poco o nada tiene que ver con el mundo de las cuatro ruedas. Lógicamente se valorará positivamente que hayas cursado una ingeniería o alguna carrera ligada a la comunicación.
Debéis tener en cuenta que si los coches no son vuestra pasión, este no es un trabajo para vosotros. Pero si por el contrario fantaseáis con ellos e invertís muchas horas de vuestro día empapándoos de información automovilística, os recomiendo encarecidamente que os planteéis el periodismo automovilístico como una opción profesional muy a tener en cuenta. Esto lo digo porque os aseguro que es una profesión fascinante, bonita y muy agradecida si los coches son lo que más te gusta.
No os olvidéis de que os tiene que gustar escribir, comunicar y estar dispuestos a invertir cientos de horas tras el teclado. Tampoco os toméis a la ligera los sacrificados y largos viajes, ni los madrugones; pero si realmente esto te gusta, te apasiona y no lo sientes como un trabajo sino como algo que te hace feliz, creedme cuando os digo que podréis pasar por alto todas sus pequeñas pegas y disfrutar como nunca.