El diésel ha sido, durante mucho tiempo, el combustible preferido de los españoles a la hora de comprar un coche. A pesar de todo, Europa sigue siendo el último resquicio de los diésel, un mercado que ha adorado el gasóleo y que ahora empieza a buscar alternativas. Hoy no vamos a recordar cómo comenzó esta historia, pero sí haremos lo propio recuperando la historia del Mercedes 300 SD de 1978. Hace cuatro décadas Mercedes-Benz hacía historia, lanzando el primer turismo turbodiésel fabricado en serie, introduciendo el gasóleo en un coche de lujo – que hoy ocuparía el lugar de un Mercedes Clase S – y, para más inri, y probablemente para sorpresa de muchos, lanzando este modelo únicamente en Estados Unidos y Canadá.
Oldsmobile Diesel, el motor que casi entierra para siempre al diésel en Estados Unidos
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Sobre el papel, la idea era excelente
Al principio, todo el mundo estaba contento
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¿Por qué apostó Mercedes-Benz por instalar un motor diésel a su buque insignia?
A comienzos de los años setenta, Estados Unidos consumía una tercera parte del petróleo producido en todo el mundo. Unas cifras increíbles para un país en el que apenas vivía un 6% de la población mundial. Estados Unidos se había convertido en un país petroleodependiente y el coche en un bien indispensable para todos sus ciudadanos, en un modelo urbanístico, e incluso cultural, creado a la medida de ese bien que todos adoramos, el automóvil.
El agotamiento del modelo económico impulsado por Richard Nixon, y la situación cada vez más revuelta en Oriente Próximo, que cerraría el grifo del petróleo que sustentaba la maquinaria económica de Occidente, crearían la tormenta perfecta para llevar a la industria del automóvil a un nuevo paradigma. El mundo en general, pero sobre todo los Estados Unidos, aprenderían que