En algún lugar de la plataforma de hielo de Ross en la Antártida, está sepultado un enorme vehículo de 17 metros de largo. Construido en 1939 como una base científica móvil para explorar el polo Sur, su mayor logro fue viajar a la Antártida. Esta es la historia del Antarctic Snow Cruiser.
Tras varias misiones a la Luna y una posible misión a Marte de aquí a pocos años, da la sensación que en nuestra Tierra ya no queda nada por explorar. Y sin embargo, todavía no conocemos todos los secretos del Antártida. A principios del siglo XX, explorar el continente helado era una auténtica odisea y un reto al que muchos exploradores se enfrentaron sin éxito.
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Uno de ellos, Thomas Poulter, pensó que lo mejor para poder explorar esa región sería contar con una base que le siguiese a todas partes, un poco como un coche. Un coche realmente enorme. Es más, sería una base móvil con espacios de trabajo y vida sobre ruedas que incluía hasta un avión. ¿Qué podía salir mal?
La idea que presentó Thomas Poulter a la “Research Foundation of the Armour Institute of Technology” de Chicago, para poner en marcha su proyecto, se basaba en su propia experiencia. Casi muere en una anterior expedición tras verse atrapado en una remota base en medio de una violenta tormenta.