Los primeros días del confinamiento debido a la pandemia de Covid-19 tuvo como efecto colateral el de tener un aire visiblemente más limpio. Con una reducción drástica del tráfico rodado, los habitantes de la mayoría de ciudades del mundo vieron como el cielo era cada vez más azul, libre de esa boina que cubre la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Sin embargo, puede que en realidad el aire no estuviese tan limpio como uno pensaba.
El confinamiento representó una oportunidad única para poder experimentar de primera mano cómo sería un mundo si una de las mayores fuentes de contaminación era eliminada. En este caso el automóvil. Para los científicos, explican en Bloomberg City Lab, era un avance de cómo sería un mundo en el que el coche eléctrico se habría impuesto sobre los de gasolina y diésel.
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La observación por satélite y los datos de las carreteras muestran que los óxidos de nitrógeno vinculados a los automóviles se redujeron en todo el mundo después de que comenzaron los confinamientos, en algunas zonas hasta en un 50%. Y las emisiones globales de dióxido de carbono disminuyeron aproximadamente un 7% en comparación con 2019, según el Global Carbon Budget. La cancelación de la inmensa mayoría de vuelos y el uso casi nulo del automóvil permitieron esa reducción.
Los niveles de ozono y partículas finas subieron