Hace unos meses probé por primera vez un Tesla moderno. En 2011 había probado un exótico Tesla Roadster Sport, que nada tiene que ver con el Tesla Model 3 Performance que pude analizar este año. Aunque ya había conducido bastantes coches eléctricos con anterioridad, con este Model 3 – que presume de una autonomía WLTP de 530 km – quise de verdad poner a prueba sus capacidades en un uso lo más realista posible. Me propuse cruzar España, usarlo en una ruta de Forks & Bangs, y en definitiva, comprobar de una vez por todas si los eléctricos son tan maravillosos como nos lo pintan los fabricantes, o tan terribles como los pintan sus haters.
Primera prueba: de Madrid a Gijón
Mi ruta comenzó en Pozuelo de Alarcón, de donde salí de las instalaciones de Tesla con la batería completamente cargada. Según el coche, debía hacer una parada de apenas 20 minutos en el Supercharger de Tordesillas para cargar el coche, a la que llegaría con un 53% de batería. Después de esos 20 minutos, llegaría a Gijón con un 13% de batería. Por fortuna, este cargador está en un hotel – hay ocho cargadores, y solo uno estaba ocupado por un Tesla Model X – que supone un desvío de menos de 5 minutos de la A-6, por donde discurre el camino de Madrid a Asturias.
Climatizador a 20 grados, y fuerte. Había más de 30 grados en la calle.
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Al cargador, tras 127,2 km de ruta, llegamos firmando un consumo medio de solo 14,3 kWh/100 km. La conducción en secundaria y el atasco que me comí al salir de Madrid influyó en este bajo consumo. La recarga en Supercharger cuesta 0,29 euros/kWh, una cifra barata en comparación a otros cargadores rápidos. La recarga de 20 minutos