Estamos en pleno invierno, y aunque no lleva acompañándonos ni quince días, ya nos está mostrando su cara más desfavorable con copiosas nevadas en la parte norte de la Península y una baja generalizada de las temperaturas en todo el territorio con el mercurio por debajo de los cero grados, lo que se traduce en peligrosas capas de hielo sobre la calzada. Ante tal situación tenemos una gran aliada, la sal, pero a la vez es una gran enemiga de nuestros coches, y es que es una fuente de corrosión.
Aunque tengas un coche moderno, también es propenso a sufrir problemas de corrosión
Como sabrás, la sal ayuda a evitar la aparición de esas placas de hielo y a que se acumule nieve sobre la calzada debido a que baja la temperatura del punto de fusión, lo cual es de gran ayuda ante las típicas situaciones de clima invernal. Para ello, los servicios de conservación de carreteras llegan a emplear hasta medio millón de toneladas de sal al año, es decir, el 7 % de la producción de sal de la Península, las cuáles las vierten directamente o en forma de salmuera (una disolución de agua al 25 % de sal aproximadamente) y que vuelve un tanto resbaladizo el pavimento, por lo que se debe extremar aún más las precauciones.
Así pues, a medida que circulamos esa sal se va depositando en las diversas partes de nuestro coche, como los bajos, los brazos de la suspensión, llantas, radiador, elementos del sistema de frenado… provocando graves problemas de corrosión en esos elementos. En un principio, los coches más modernos no deberían presentar estos problemas, poniendo esa frontera en el año 2000 aproximadamente, pues emplean numerosas técnicas para evitarlo y también bajos más protegidos con numerosas tapas. De hecho, muchos ofrecen garantías anticorrosión del orden