Como dice aquella famosa canción de Héroes del Silencio, el Ferrari F50 es un superdeportivo entre dos tierras, un eslabón entre dos etapas de la historia de Ferrari. Una máquina incomprendida y en cierto modo eclipsada tanto por sus antecesores como por sus predecesores. No podríamos llamar oveja negra a un miembro de pleno derecho del “Club de los Cinco” – el selecto club de los súper Ferrari: 288 GTO, F40, F50, Enzo y LaFerrari – pero quizá algunos lo encasillarían como el único que no estuvo a la altura. Con todo, es una afirmación demasiado atrevida, casi ignorante, especialmente sin conocer la apasionante historia de uno de los Ferrari más fascinantes – y auténticos – jamás creados por los de Maranello.
Tras el Ferrari F40 – lanzado para celebrar el 40 aniversario del nacimiento de Ferrari – se quiso perpetuar la tradición de lanzar un vehículo conmemorativo cada diez años aproximadamente. Por “vehículo conmemorativo” Ferrari entendía una máquina de la más alta tecnología, capaz de callar a todos sus rivales, y de tanto reafirmar su superioridad técnica como su estátus de la marca más deseada del planeta. Tras el extraordinario F40 – que aún hoy en día resulta impresionante – Luca Cordero di Montezemolo, entonces recién llegado a las altas esferas de Ferrari, puso en marcha el proyecto F130. La premisa era simple: juntar en un vehículo de calle todos los avances técnicos desarrollados durante la historia en competición de Ferrari.
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El proyecto F130
Una premisa simple en apariencia, pero extremadamente ambiciosa, y difícil de llevar a cabo. El vehículo que ejemplificó el proyecto F130 fue el veterano Ferrari 125 S