El sector del automóvil lleva en proceso de cambio desde hace muchos años, y el cual está protagonizado, principalmente, por SUV y coches eléctricos e híbridos. Sin embargo, existen marcas con la personalidad suficiente como para ofrecer algo distinto pero que entra en esas nuevas estipulaciones que está exigiendo el contexto político y el mercado. Nos referimos a Subaru y más concretamente al Subaru Outback GLP, modelo que protagoniza la prueba de hoy.
Y es que el Outback se posiciona como una alternativa muy interesante frente a los SUV, y más si tenemos en cuenta las ventajas que aporta el GLP. Pero, ¿está a la altura de las exigencias del mercado contemporáneo y por ende a la de sus rivales más directos? Vamos a descubrirlo.
Un diseño conservador y sin grandes alardes
Subaru no quiso arriesgar demasiado con el diseño de la última generación del Subaru Outback, gestando así un coche que, sin ser muy llamativo, tampoco es anodino o aséptico. Y es que la firma nipona ha primado otros aspectos de su familiar para hacerlo un vehículo funcional y práctico y no tan atractivo como algunos de sus rivales.
En el frontal se asienta una parrilla con detalles cromados y el logo de la marca, una imponente defensa con una recubierta metálica que ya deja entrever su carácter off-road y unos faros casi rectangulares con ciertos matices que los hacen finos y estilizados. El lateral, por su parte, no hace gala de unas líneas marcadas y fuertes como sí lo hacen algunos de sus compatriotas; simplemente se ha optado por una trazada más bien suave, dando protagonismo a las taloneras y a unas llantas de 18 pulgadas.
La zaga se introduce en la misma corriente estilística que las demás zonas del Subaru Outback. Con esta premisa, nos topamos con unos pilotos de considerables dimensiones, un portón también con detalles cromados y en este caso apertura automática y una defensa también con recubierta metálica y una tímida salida de escape asomando por el lateral izquierdo.
Un habitáculo que pide una actualización
El interior del Subaru Otuback tiene muchas virtudes, pero la novedad tecnológica no es una de ellas. Y es que, frente a la competencia, el familiar nipón se siente algo obsoleto y pide a gritos una actualización para poder afrontar con diligencia el devenir del tiempo y cumplir con los requisitos del mercado, que demanda constantemente novedad y más novedad.
Nada más entrar nos recibe un volante completamente redondo gobernado por diferentes botones y dos levas ideadas para gestionar el cambio. Detrás de este se inscribe un cuadro de mandos de toda la vida, analógico y capaz de transmitir la información necesaria de manera clara por medio de una pantalla digital.
El salpicadero se encuentra gobernado por una pantalla táctil de 8 pulgadas, aunque es cierto que su inminente restyling la sustituye por una vertical de 11,6. Su comportamiento no es tan fluido como nos gustaría, pero como aspecto positivo nos encontramos con botones físico para manejar diferentes funciones y la posibilidad de conectar nuestro smartphone por medio de Apple CarPlay o Android Auto. Además, debajo de esta nos topamos con los mandos de la climatización que, afortunadamente, también son físicos.
En lo que a materiales se refiere, nos encontramos con numerosas piezas recubiertas por plásticos duros y blandos. Aún así, se perciben unos ajustes recios y con buen empaque, lo que nos permite augurar un paso del tiempo prometedor y sin síntomas de encontrarnos en unos años con crujidos o zonas endebles.
Las plazas posteriores del Outback son generosas y permitirán que dos adultos de gran estatura viajen con comodidad. La plaza central, como viene siendo habitual, queda relegada para un niño o un viaje breve, condición que recoge por un mullido del respaldo algo duro y un túnel de transmisión bastante marcado. El maletero tiene unas dimensiones regulares y muy aprovechables, aunque eso sí, contamos con un depósito de 60 litros de GLP bajo el piso de este que provoca que la capacidad de carga pase de 559 litros a 512 litros.
Una buena opción frente a los SUV
Pero vamos con el meollo de la cuestión de toda prueba: el comportamiento del coche. Antes de entrar en materia, permitidme que presente al protagonista indiscutible del Subaru Otuback, un motor de 2.5 litros y cuatro cilindros bóxer atmosférico que declara 175 CV a 5.800 vueltas y 235 Nm de par a 4.000 vueltas.
Dichas cifras se encuentran gestionadas por el cambio CVT Lineartronic. El comportamiento del motor es el esperado de un bloque atmosférico en el que la entrega de potencia está en la parte alta del tacómetro. Es un motor muy lineal que tiene fuerza, pero el cambio CVT provoca que, cuando demandamos potencia, empiece a revolucionarse mucho generando ruido en el habitáculo y un resultado poco fulguroso en general.
En autopista resulta sencillo alcanzar velocidades de crucero, e incluso realizar adelantamientos, pero tendremos que esperar a que el motor bóxer llegue a las 4.000 vueltas para disfrutar de los 235 Nm de par. En dicho entorno el Subaru Outback muestra un comportamiento ejemplar gracias a una suspensión de largo recurrido y amortiguación blanda capaz de superar con diligencia los rotos del asfalto.
En ciudad, el Outback se siente algo torpe debido a sus grandes dimensiones, aunque la etiqueta ECO de la DGT que adquiere gracias al GLP nos permitirá beneficiarnos con ciertas ventajas fiscales. La suspensión sigue siendo soberbia a la hora de superar badenes o guardias tumbados, mientras que su dirección blanda, pero muy desmultiplicada, nos permite maniobrar con cierta facilidad.
Gracias al GLP, el familiar japonés goza de una autonomía total superior a los 1.000 kilómetros. Además, cambiar de combustible es tan sencillo como accionar el botón que se encuentra a la izquierda del volante y que nos indica el nivel de gas que tenemos. Cierto es que mientras coge temperatura el Subaru Outback inicia la marcha en gasolina, pero rápidamente cambia al GLP cuando las condiciones son óptimas.
Durante la prueba, el consumo medio de GLP ha sido de 10 litros y, aunque es una cifra alta, no debemos olvidar el bajo precio de repostaje que tiene este combustible, pudiendo gozar de una autonomía aproximada de 350 kilómetros por algo menos de 40 euros. El consumo de gasolina no se queda corto, dejando una media de 9,7 litros a los 100 por culpa de su elevado peso, del motor atmosférico y de un cambio CVT que, si bien es suave y fiable, no es tan eficiente como un doble embrague o un convertidor de par.
No debemos olvidarnos de la capacidad off-road del Subaru Outback, modelo que cuenta con un sistema de tracción total y el sistema X-Mode, ideado para garantizar la máxima adherencia. Con esta premisa, el familiar japonés ofrece una buena tracción en prácticamente cualquier circunstancia, tanto en barro como nieve, no perdiendo motricidad en prácticamente cualquier momento. Además, contamos con protección de bajos, y el Outback tan solo adolece en sus ángulos para abordar ciertas situaciones más peliagudas.
Conclusión
El Subaru Outback no es un coche perfecto, pero es una buena opción al tratarse de un vehículo con unas características muy concretas. Su diseño no se siente obsoleto, pero sí su interior que requiere de una urgente actualización. Puede que su esquema mecánico no sea el más eficiente, pero sí que es fiable y duradero como pocos, lo que debemos sumarle la presencia del GLP y sus ventajas.
Además, debemos tener en cuenta sus dimensiones, su capacidad de carga y su altura libre al suelo que, sin ser tan considerable como la de algunos SUV, nos permite ciertas licencias en el mundo off-road de la mano de una muy buena capacidad de tracción.
En resumidas cuentas, el Subaru Outback GLP puede ser una opción muy acertada si primamos versatilidad, fiabilidad y confort frente a eficiencia y tecnología. Para disfrutar de sus ventajas será necesario afrontar un desembolso de 34.150 euros.