SUV, SUV y más SUV. No es que odie este segmento o que tenga una cruzada personal con él; para nada. Es más, David Artés expuso una muy buena reflexión en nuestro canal de YouTube acerca de este polémico tipo de vehículo analizando sus ventajas e inconvenientes con la que estoy muy de acuerdo. Pero lo que sí que me chirría es la intencionada misión de erradicar otros segmentos; segmentos como al que se acoge el Subaru Outback que he podido probar y que me ha demostrado que es una opción muy sensata frente a los SUV.
La sexta entrega del familiar nipón sigue fiel a sus principios, tanto que me cuesta catalogarlo como salto generacional o como restyling. Pero no me malinterpretéis, ya que el Outback sigue aportando numerosas ventajas gracias a esa aparente muy estrecha relación con sus antepasados.
Un diseño con pocos cambios
Esta ya se aprecia en su diseño, que no discrepa demasiado con el de la generación precedente. Destacan unos faros más finos y alargados, una defensa algo más tosca, nuevo diseño de llantas y una zaga en la que se asienta una firma lumínica más moderna y a su vez una protección para la defensa de mayor volumen.
Aunque eso sí, este nuevo Subaru no solo parece más grande, sino que lo es. Respecto a su predecesor, crece en 55 milímetros de largo, 35 milímetros de ancho y 65 milímetros de alto, dejando unas cuotas finales de 4,87 metros de largo, 1,87 metros de ancho y 1,67 metros de alto. Pese a que la batalla se mantiene inalterada con 2,74 metros, lo cierto es que en el interior se ha mejorado la habitabilidad.
Y es que ahora gozaremos de una mayor distancia entre los asientos delanteros y los de la fila posterior, de 10,8 milímetros para ser más exacto.