El segmento de los SUV se encuentra en un gran estado de forma, y es que la competencia en la categoría es voraz. Con tantos integrantes, cada vez es más complicado tener un producto diferente capaz de marcar distancias respecto a la gran multitud.
Precisamente esta es la especialidad de Mazda, y es que sin hacer mucho ruido, la marca nipona cuenta con una gama realmente interesante. Hemos probado uno de los pilares fundamentales de la gama, el Mazda CX-5, la propuesta del fabricante para competir en el especialmente poblado segmento de los SUV compactos.
Hace unos meses tuvimos la oportunidad de poner a prueba al Mazda CX-3 2021, el hermano pequeño de nuestro protagonista. Al igual que con el modelo de acceso a la gama SUV de Mazda, el CX-5 muestra unas virtudes muy similares.
La segunda generación del Mazda CX-5 se lanzó al mercado en 2015, aunque fue actualizada en 2017 y ha tenido una última puesta al día en 2020. Si bien los cambios respecto a la primera versión de la segunda generación son notables, las diferencias respecto a la “variante 2.0” no son tan pronunciadas, por lo que la pregunta es la siguiente: ¿Puede competir en el Mazda CX-5 con sus rivales de última generación? Vamos a comprobarlo.
Una estética atemporal
El Mazda CX-5 forma parte del segmento de los SUV compactos, lo que significa que sus principales rivales son modelos que ya hemos probado como el Seat Ateca, el Hyundai Tucson o el Skoda Karoq.
Sus líneas reflejan a la perfección la filosofía de diseño “Kodo” de Mazda, caracterizada por unos rasgos afilados y limpios que desde hace unos años dibujan la imagen de sus modelos. La parte frontal del Mazda CX-5 está protagonizada por una gran parrilla frontal subrayada por un embellecedor en acabado cromado que muere en los afilados faros Full Led Adaptativos.
El minimalismo de su diseño tiene dos grandes perjudicados en la parte frontal: los faros antiniebla. Estos están enmarcados en la parte baja del paragolpes y tienen un tamaño minúsculo, por lo que son prácticamente testimoniales y sirven de poca ayuda cuando las condiciones de visibilidad son adversas.
El perfil del Mazda CX-5 sigue mostrando unas formas muy simples, con una única nervadura que nace en el vértice de los faros delanteros y atraviesa las puertas dando forma a una línea descendente que llega hasta los marcados pasos de rueda traseros.
La zaga completa el conjunto con unos pilotos traseros en disposición horizontal con formas muy rasgadas y algo destacable en la actualidad: un par de escapes traseros que, lejos de seguir las modas imperantes e incorporar embellecedores con formas extrañas, se asoman sin estridencias ni maquillajes por debajo de los grandes catadióptricos traseros.
La unidad que hemos probado iba ataviada con el nivel de equipamiento Homura, que con un sobrecoste de 4.700 euros respecto al acabado de acceso a la gama -Origin-, cuenta con elementos como las llantas de aleación de 19 pulgadas en color negro brillante y diversos detalles en la carrocería pintados en color Piano Black, como los pilares B y C o los retrovisores.
La eterna duda: ¿Premium o generalista?
Mazda lleva años acercando su gama de producto al segmento premium, algo que queda claro cuando abrimos la puerta del Mazda CX-5. La calidad de acabados y ajustes que encontramos en el interior del SUV nipón poco tiene que envidiar a la de otros rivales que en teoría juegan en otra liga. Detalles como el salpicadero en símil cuero con la elegante costura atravesándolo o las molduras en aluminio real colaboran para conseguir este resultado.
Uno de los aspectos en los que Mazda puso un mayor empeño a la hora de dar un lavado de cara a su modelo es la tecnología interior. Por ello, el SUV compacto de la marca ha integrado el nuevo MZD Connect de 7ª generación, cuya presencia queda patente gracias a la gran pantalla central del sistema multimedia de 10,25 pulgadas.
El sistema de infoentretenimiento cuenta con un manejo simple e intuitivo y ahora es compatible con Android Auto y Apple Car Play. Una de las características que lo diferencian de la competencia es que sus funciones se manejan a través de un panel de control colocado en la consola central. La arriesgada apuesta de Mazda de eliminar el control táctil de sus pantallas no deja indiferente a nadie, y es que puede gustar o considerarse un paso atrás.
Nosotros nos declaramos totalmente a favor de este tipo de controles, y es que su ergonomía es perfecta y, mediante el selector giratorio, podemos acceder a todas las funciones de forma rápida y sencilla sin tener que apartar la vista de la carretera. Mazda sigue siendo defensor de los botones y selectores tradicionales, por lo que también el sistema de climatización se maneja mediante las típicas ruletas y no tendremos que navegar en infinitos menús y submenús para modificar la temperatura del habitáculo, ¡Bravo por Mazda!
En el puesto de conducción, el Mazda CX-5 cuenta con un cuadro de instrumentos que podríamos definir como “híbrido”, y es que mientras el tacómetro y los indicadores de temperatura y nivel de combustible son analógicos, el velocímetro está proyectado en una pantalla cuadrada con un marco cromado por encima que, pese a tener un acabado atractivo, no aporta ventajas respecto al anterior cuadro de instrumentos completamente analógico.
También tenemos un Head-Up Display que proyecta una buena cantidad de información –velocidad, señales de tráfico o instrucciones de ruta- directamente sobre el parabrisas, dejando atrás el anterior marco transparente que la utilizaba usaba en la anterior generación del sistema.
La lista de asistentes de seguridad disponibles en el nuevo Mazda CX-5 ha sido otra de las áreas en las que la marca japonesa ha trabajado con empeño en su última puesta al día. Por ello, tendremos elementos como el control de ángulo muerto avanzado con detector de tráfico trasero, sistema de asistencia a la frenada en cuidad con reconocimiento de peatones, frenada de emergencia pre-impacto, control de crucero adaptativo o detector de fatiga.
Un habitáculo amplio y bien equipado
El nivel de equipamiento Homura deja algunos detalles interesantes en el interior para justificar esos casi 5.000 euros de sobreprecio respecto a la variante más básica. Por ejemplo, los confortables asientos están forrados con una tapicería de símil cuero y Alcantara con costuras en rojo que le confieren un aspecto muy deportivo. En caso de elegir este acabado, los más melómanos podrán disfrutar de sus canciones favoritas gracias al sistema de sonido premium Bose con 10 altavoces.
La habitabilidad en las plazas traseras del Mazda CX-5 es muy correcta, con espacio más que suficiente como para que dos pasajeros viajen con total comodidad. Una de las novedades de la última puesta al día del modelo es la posibilidad de reclinar el respaldo de los asientos traseros. Otro de los elementos de confort que nos ha gustado en la parte trasera es el apoyabrazos central, que integra dos posavasos y un pequeño hueco con dos tomas USB para poder cargar dispositivos electrónicos.
Uno de los defectos del Mazda CX-5 en términos de habitabilidad es su maletero, y es que pese a contar con unas formas muy regulares, ofrece un volumen de 477 litros. A pesar de ser una cifra razonable, le deja por detrás de rivales como el Kia Sportage (503 litros), el Seat Ateca (510 litros), el Hyundai Tucson (620 litros) o el Ford Kuga (645 litros).
Por el contrario, nos ha gustado el sistema de la “bandeja” del maletero, y es que es una cortinilla que va unida al portón y deja el espacio completamente despejado cuando lo abrimos.
¿Turboalimentación, Downsizing…? Mazda explora otros caminos
Uno de los preceptos de Mazda siempre ha sido el no influenciarse por las modas que imperen en el segmento: cuando todos los fabricantes apuestan por cubrir sus habitáculos de pantallas, Mazda desarrolla un nuevo sistema de infoentretenimiento con mandos analógicos; cuando todos apuestan por las salidas de escape falsas, Mazda se mantiene fiel a las salidas de escape “de siempre”…
Este sentimiento de nadar a contracorriente también queda patente cuando abrimos el capó del Mazda CX-5. La unidad que hemos probado montaba el motor 2.0 Skyactiv-G de 165 CV, un propulsor cuya principal característica es su naturaleza atmosférica, otro punto diferencial de la marca respecto a la competencia.
Mientras que la industria apuesta por mecánicas de bajas cilindradas turboalimentadas, Mazda sigue fiel a sus orígenes con mecánicas de inyección directa. Pese a que la patada de un turbo es inigualable, la suavidad y progresividad de un motor atmosférico también lo es, por lo que el Mazda CX-5 2.0 Skyactiv-G es una auténtica referencia en este aspecto.
Sus 165 CV son capaces de desarrollar 213 Nm de par, aunque como es característico en este tipo de mecánicas, tendremos que explorar la zona alta del cuentavueltas para encontrar su máximo empuje. El motor 2.0 Skyactiv-G se muestra muy perezoso por debajo de las 3.000 rpm, por lo que tendremos que jugar con el cambio si necesitamos una potencia extra para, por ejemplo, hacer un adelantamiento.
Hablando de su transmisión, el Mazda CX-3 2.0 Skyactiv-G puede asociarse a una transmisión manual de seis relaciones o a una automática de convertidor de par pagando poco menos de 3.000 euros adicionales. Pese al confort que ofrece una transmisión automática, siempre que probamos un Mazda manual llegamos a la misma conclusión: ¡Compra la versión manual! Además de ahorrarte unos cuantos euros, podrás disfrutar de una caja de cambios cuyo tacto es poco menos que perfecto.
Una de las novedades en esta mecánica es el nuevo sistema de desconexión de cilindros, que permite que dos de los cuatro cilindros se desactiven en aquellos momentos en los que estemos llaneando y no se necesite una gran demanda de potencia. El funcionamiento de esta tecnología es completamente imperceptible, por lo que sólo sabremos si estamos yendo a 2 o a 4 cilindros si abrimos el monitor de flujo de energía en el sistema de infoentretenimiento.
Este sistema permite ahorrar combustible sobre todo en viajes a velocidades de autopista. Esto nos lleva a hablar de sus consumos, y es que tras una semana en la que se combinó el uso en ciudad y una buena dosis de kilómetros por autovías, el Mazda CX-5 2.0 Skyactiv-G declaró unos consumos medios de alrededor de 8 l/100 km, una cifra muy razonable.
¿Por qué elegir el Mazda CX-5?
Como hemos dicho anteriormente, el segmento de los SUV compactos ha crecido a un ritmo espectacular durante los últimos años, por lo que el Mazda CX-5 se enfrenta a huesos muy duros de roer.
Sin embargo, si estás buscando un SUV que te ofrezca un gran confort de marcha, una calidad de acabados que poco tenga que envidiar a cualquier premium y un buen tacto de conducción, hay pocos modelos en el segmento capaces de aunar estas características por el precio del Mazda CX-5.
El Mazda CX-5 2.0 Skyactiv-G con el nivel de equipamiento Homura parte de los 34.450 euros -si te gusta el color Polimetal Gray de la unidad probada, tendrás que desembolsar otros 550 euros-. Teniendo en cuenta el comportamiento y el equipamiento que ofrece, el SUV japonés se mantiene como una de las alternativas más interesantes en relación producto/precio.