‘Jurassic Park’ fue de las primeras películas que vi en el cine. Tenía seis años cuando se estrenó en 1993 y, ante mi insistencia, mis padres decidieron llevarme a verla. “Bajo su responsabilidad” recuerdo que les dijo el señor de la taquilla. Se convirtió en una de mis preferidas a pesar de que la escena de los dos velocirraptores en la cocina me obligó a dormir con la luz encendida varias noches. Hace poco volví a disfrutar de ella y me fijé en algo que, hasta ahora, había pasado desapercibido ante mis ojos: los coches que recorrían el parque de John Hammond no tenían conductor. ¿Cómo lograron convertir aquellos Ford Explorer en vehículos autónomos?
Aunque en la novela original los visitantes del parque se movían en varias unidades del Toyota Land Cruiser, en la gran pantalla se optó por varias unidades del Ford Explorer de primera generación personalizadas al máximo. Unos vehículos que, ingeniería genética aparte, copan buena parte de una tecnología que en aquel momento era completamente futurista: coches que se movían solos.
Un Ford Explorer muy personalizado
¿Os acordáis de cómo eran aquellos Ford Explorer? Estaba modificados con iluminación auxiliar, protectores y un techo transparente que hizo temblar a más de uno en las aterradoras escenas del T-Rex. No obstante, si nos fijamos mejor, encontraremos algunos elementos muy interesantes como son los sensores ópticos ubicados entre el parachoques y la parrilla o la cámara que está, justo, encima. En el interior, además, hay otro conjunto de sensores situados detrás del volante donde, en teoría, debería estar el cuadro de instrumentos.
Esto nos lleva hasta una particular teoría sobre la conducción autónoma de los Ford Explorer de ‘Jurassic Park’. Si hacemos memoria, estos vehículos recorren el parque a lo largo de una pista metálica claramente visible que transcurre por debajo de ellos. Teniendo