Fue M. Stanley Whittingham, a finales de la década de 1970, el primero en describir el concepto de baterías recargables de iones de litio, un logro por el que compartiría el Premio Nobel de Química de 2019.
Desde la creación de estas baterías existe un problema. Una vez instalada, se pierde hasta una quinta parte de su capacidad antes de que se pueda recargar por primera vez. Y esto ocurre esté la batería instalada en un teléfono móvil, en un ordenador o en un coche eléctrico.
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El motivo de esta pérdida se debe a las impurezas que se forman en los cátodos de níquel en el lado positivo de la batería. Ahí es por donde se descarga la energía, pudiendo llegar a perder hasta un 18 % de la vida de la batería en este proceso.
Además, el níquel crea inestabilidades bajo la superficie, en el interior de la estructura del cátodo, que, con el tiempo, también comienzan a degradar la capacidad de almacenamiento de la batería.
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Para solventar este problema, un equipo liderado por Whittingham junto con investigadores Universidad Estatal de Nueva York y científicos del Departamento de