En 1968, General Motors y la Southern Pacific Railroad emprendieron un proyecto para transportar coches en ferrocarril de un modo nunca visto hasta entonces: el Vert-A-Pac (empaquetado en vertical). Iba a ser la revolución. O no.
¿Como rebanadas de pan en una tostadora? ¿Como sardinas en lata? ¿Como botellas de Coca-Cola en una máquina expendedora? Algo así. El objetivo era económico, y la mala noticia es que el invento duró lo que suele durar una tostada, una sardina o una Coca-Cola: nada y menos.
Muchos más coches en mucho menos espacio
El coste de transporte de un coche en Estados Unidos hoy en día puede encarecer el precio del vehículo entre 900 y 1.200 dólares. Es una importante partida y, si bien en coches de gran tamaño y elevado precio queda algo más diluida en el monto total que paga el comprador, en coches de dimensiones más reducidas puede suponer un sobrecoste difícil de aceptar.
Durante la década de 1950, en plena efervescencia del American Way of Life, los grandes automóviles de la época se transportaban en vagones de tren de algo más de 16 metros, a razón de cuatro coches por cada vagón.
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