La verdadera belleza de la cultura del automóvil es su riqueza y diversidad. Algunos están enamorados de los camiones «dekotora» japoneses, mientras que a otros les da por el stance, pero centrado solo en coches del bloque soviético. Son dos ejemplos extremos, pero si ponemos el foco en Oriente Medio, descubriremos una escena joven y vibrante, donde el drifting y las carreras de aceleración reinan sobre otras disciplinas. Si nos centramos en países como los E.A.U., Qatar o Bahrein, descubriremos el fetiche local: Nissan Patrol absurdamente potentes y rápidos.
Son una obsesión nacional en emiratos como Dubai. Algunos de esos robustos 4×4 emplean motores turboalimentados de 2.000 CV y compiten en eventos de aceleración consistentes en ascender lo más rápidamente posible una tremenda duna. Otros Patrol prefieren la aniquilación de supercoches europeos y muscle cars americanos en carreras de aceleración. Es una locura… y nos encanta. Para comprender esta fascinación y necesidad de velocidad, debemos volver al pasado. Antes de los 90, los estados del Golfo Pérsico no eran tan lujosos ni tan ostentosos.
La gente todavía vivía del ganado y la pesca, y solo unos pocos elegidos podían clasificarse como ricos. Para la mayoría de la gente, un coche seguía siendo un lujo. Cuando pudieron pagarse un coche, optaron por robustos todoterrenos y SUV japoneses, vehículos que podían hacer frente al duro clima del desierto y sus amenazadoras dunas. Bien entrada la tercera década del siglo XXI, la mayoría de estos países están nadando en dinero. Sin embargo, aún aprecian sus 4×4 japoneses, máquinas confiables que estuvieron a su lado durante los tiempos más difíciles.
Las carreras y la velocidad están en la sangre de los Emiratos Árabes Unidos. Cuando no tenían coches, corrían con camellos.
El Nissan Patrol nació en Japón en los años cincuenta, y al igual que