La Unión Europea prohibirá la venta de vehículos de combustión interna, diésel, o gasolina, en 2035. Aunque es importante recordar que este objetivo es, de momento, una propuesta de la Comisión Europea, los consensos alcanzados en Bruselas, y el apremio que implica alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, nos llevan a asegurar que el fin de las ventas de diésel y gasolina va a producirse, necesariamente, en 2035.
El presente reportaje es el primero de una serie de artículos publicados en los últimos meses en los cuales abordamos la tecnología de los combustibles sintéticos neutrales, como una posible alternativa al proceso de descarbonización de la industria del automóvil iniciado con el coche eléctrico, de baterías, y de hidrógeno. Analizando por qué algunos fabricantes están apostando por esta solución, cómo podría contribuir a la descarbonización del automóvil y por qué existen muchas dudas al respecto de su viabilidad.
Contenido
(I) La solución que permitirá seguir vendiendo diésel y gasolina en 2035
(II) El proyecto de Porsche
(III) La visión de Bosch y las consecuencias para el empleo
(IV) El proyecto de Mazda, Subaru y Toyota en Competición
Pero aún existe un clavo ardiendo al que agarrarse, una posibilidad para que los motores de combustión interna puedan seguir en el mercado. Y la respuesta está en el aire. La misma solución que se ha propuesto para permitir que la aviación mantenga su actividad, a partir de 2035, y a partir de 2050, utilizando combustibles, es la que permitirá que a partir de 2035 sigan comercializándose coches con motor de combustión interna.
El único futuro que le espera a la combustión interna a partir de 2035 pasa por el empleo de combustibles CO2 neutrales. Ahora bien, ¿cómo funcionan estos combustibles? ¿Será de verdad una alternativa viable para la industria del automóvil?
Instrumentación del Porsche 911 4S.
¿Qué es un combustible CO2