¿Qué necesita un MINI para ser un utilitario práctico para el día a día, y un deportivo divertidísimo el fin de semana?
Definitivamente necesita un tacto de kart, un chasis firme, una carrocería de baja estatura, los ejes en los extremos, y una dirección que nos transmita lo que sucede entre el neumático y la carretera. Un buen MINI no necesita tracción trasera, y aún menos un motor central.
¿Pero imaginas qué hubiera sucedido si el MINI moderno, el de la era BMW, hubiera sido un MINI de tracción trasera y motor central?
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El prototipo que pudo cambiar la historia
No hace falta que te lo sigas imaginando. Antes incluso de que naciera el MINI moderno ya se había valorado esa idea, y se presentó como MINI Anniversary Concept Vehicle 30.
Para ponernos en situación, este prototipo se presentó en 1997. La adquisición de Rover Group por parte de BMW se había producido en 1994, y en estos años BMW ya estaba planteándose qué hacer con una de las marcas más interesantes del grupo, MINI. Interesante en tanto aquel movimiento empresarial del Grupo BMW se había producido, entre otras cosas, para diversificar su negocio y crecer en los segmentos inferiores.
Antes de que BMW tomase una decisión definitiva al respecto del MINI, en Rover ya se estaba trabajando en un sucesor moderno para el utilitario británico más importante de todos los tiempos. Y eso fue lo que llevó a BMW a encargar a uno de sus diseñadores, Adrian van Hooydonk, diseñar un prototipo que vislumbrase el futuro del MINI.
Un prototipo extravagante, pero premonitorio
Aunque aquel prototipo fuera una extravagancia, no deja de sorprendernos la cantidad de detalles que finalmente se trasladarían al MINI definitivo diseñado por el equipo liderado por el Frank Stephenson (hoy diseñador de McLaren Automotive).
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