Desde el verano de 2020, la gama Mégane está disponible con una serie de mejoras (muy leves) que afectan a su estética, interior y equipamiento. Este modelo, que convivirá durante unos años con la nueva generación del Mégane, sigue siendo una compra interesante si estás valorando la adquisición de un compacto tradicional con un buen equilibrio entre precio, calidad aparente y equipamiento. En este caso, hemos probado la versión diésel de 115 CV que, pese a sus virtudes, me ha gustado menos que la opción de gasolina de 140 CV que pude probar en 2019. A continuación, te cuento todos los detalles; lo mejor y lo peor de esta versión, y si es la más recomendable que puedes comprar en función de tus necesidades.
Exterior: ligeros cambios para ponerse al día
Si comenzamos por las modificaciones estéticas, apenas notarás cambios respecto al anterior modelo. El único detalle claramente diferenciador son los pilotos posteriores, que tienen un diseño distinto y una iluminación completamente renovada. Además, desde el primer nivel de acabado, está disponible la tecnología LED, que sustituye a las antiguas luces halógenas. Estos nuevos faros, aún más eficaces, mejoran la intensidad de la luz y amplían el alcance de la iluminación cerca de un 30 %. Junto a los faros, las luces traseras y antiniebla conforman una iluminación completamente LED.
En la parte delantera, el renovado Mégane dispone de un nuevo paragolpes y una nueva calandra. La rejilla inferior también se ha renovado e incluye una animación cromada a partir del tercer nivel de equipamiento. Además, el marco de las luces antiniebla incorpora ahora una moldura cromada y los deflectores de aire aparecen en la parte delantera de los pasos de rueda para mejorar la aerodinámica.
En la parte trasera, tal y como he comentado con anterioridad, la principal novedad son los grupos ópticos,