Aunque pudiera parecer que Europa está perfectamente interconectada entre los países que la componen, la naturaleza sigue todavía, miles de años después, poniendo barreras al paso del hombre. Una de las más significativas está en los Alpes, cordillera montañosa que supone un ‘cuello de botella’ en los traslados de personas y mercancías entre Austria e Italia.

Con la intención de agilizar todo ese tránsito esencial entre las mitades norte y sur del continente, la Unión Europea está impulsando la construcción del llamado ‘Túnel de Brenner’. Cuando esté terminado, sus 64 kilómetros lo convertirán automáticamente en el más largo del mundo.

Una obra mastodóntica

En la actualidad la principal comunicación entre las fronteras austriaca e italiana recae sobre el paso de Brenner, una vaguada situada a 1.371 m sobre el nivel del mar que cuenta con la ventaja añadida de no sufrir apenas cierres por nieve, algo muy habitual en los Alpes.

Este paso natural alberga, por un lado, una vía ferroviaria construida en 1867 y que recorre un terreno muy escarpado que vuelve inviable ampliarla o rectificar algunos de sus tramos más lentos. Por el otro una autopista (la E45, según la nomenclatura europea) debe absorber, desde su inauguración en los años setenta, el 40 % de todo el tráfico alpino de camiones, al cual hay que añadir el de habitantes y turistas.

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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