Con el lanzamiento del Monterey en 1992 Opel amplió su gama de atractivos todoterrenos para el segmento superior del mercado. Fruto de la cooperación entre Opel y su marca hermana en aquel momento, Isuzu, el Monterey se adaptó al mercado europeo, donde había una gran demanda de vehículos capaces de combinar grandes aptitudes todoterreno con el confort de un turismo. El Monterey daba en el clavo: máxima funcionalidad y un aspecto robusto. La rueda de repuesto montada en el portón trasero indicaba claramente su carácter todoterreno.
El Monterey estaba disponible en dos versiones de carrocería y tres niveles de equipamiento. Opel ofrecía el Monterey RS, como un tres puertas de batalla corta con cuatro asientos. El Monterey y el Monterey LTD contaban con una distancia entre ejes más larga y la opción de contar con cinco o siete asientos. Gracias a la elevada posición de los asientos, el conductor tenía una gran visibilidad hacia el exterior, mientras que los pasajeros podían disfrutar de un amplio espacio para la cabeza y las piernas. Los reposabrazos para el conductor y el acompañante delantero aumentaban aún más el confort. El Monterey también era muy práctico: con los asientos traseros abatidos el volumen del maletero crecía hasta los 2.548 litros. El SUV de Opel también era capaz de remolcar hasta 2.600 kg.
Un chasis válido para todo tipo de superficies
El Monterey fue diseñado para ser el perfecto coche de diario y disfrutar de aventuras fuera del asfalto. La suspensión delantera independiente estaba formada por trapecios dobles, mientras que en la parte trasera el Monterey contaba con un eje rígido con brazos longitudinales, una barra Panhard y muelles helicoidales de dureza progresiva.
El robusto diseño de los componentes más importantes permitió su uso fuera del asfalto. El recorrido de los muelles, de 205 milímetros en la parte delantera