Alemania recula en sus objetivos de descarbonización para 2030, y si en marzo ya empezó a reactivar algunas de sus fábricas de carbón para cortar lazos con Rusia, ahora tendrá que aumentar significativamente el uso de esta materia prima contaminante para asegurarse el suministro de energía.
«Es una decisión amarga, pero necesaria para reducir el uso del gas», ha dicho el ministro federal de Economía y miembro del partido de los Verdes, Robert Habeck. El gobierno alemán ya ha anunciado que próximamente aprobará leyes de emergencia para reabrir las plantas de carbón paralizadas para reanudar cuanto antes la generación de electricidad.
Esta medida prueba la profunda preocupación que existe en Berlín por la posible escasez de gas de cara al próximo invierno después de que Rusia redujera un 60% los envíos a través del gasoducto Nord Stream hace apenas unos días.
Pero también pone en jaque al mercado de los coches eléctricos, pues podría darse la paradoja de que, al tener que alimentarse por electricidad generada a partir de carbón, acaben siendo más contaminantes que los coches de combustión que cumplen con la normativa vigente de emisiones.
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