Si hay un año clave en la historia de las carreteras españolas es 1940. Tras una guerra civil devastadora, el por entonces ministro de Obras Públicas e ingeniero de caminos Alfonso Peña Boeuf elaboró un plan para reconstruir las carreteras y caminos, gestando una nomenclatura que seguimos usando en parte hoy en día: el Plan Peña.
Un sistema basado en el cálculo de distancias desde el punto cero, considerado Madrid, para dar nombre a las carreteras nacionales y convencionales españolas.
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En el Plan se abordó una sistematización de la nomenclatura de los caminos, de modo que:
Para la primera cifra se emplea una numeración decimal encuadrada en un sistema de coordenadas con los puntos cardinales.
A continuación se divide el territorio peninsular en seis sectores tomando como referencia los seis «caminos» más importantes que parten de Madrid: Madrid-Irún; Madrid-Francia pasando por Barcelona; Madrid-Valencia; Madrid- Cádiz pasando por Sevilla; Madrid-Portugal pasando por Badajoz y Madrid-A Coruña.
A estos seis caminos se les asigna un número del 1 al 6, quedando determinado de la N-I a la N-VI.
Para la segunda cifra, del 0 al 5, se trazan radios desde Madrid.