Europa está a punto de enfrentarse a una crisis energética sin precedentes, probablemente más grave y sistémica que la crisis del petróleo de los años 70. Nuestro continente es muy dependiente de los hidrocarburos rusos. El diésel, por supuesto, pero también el gas para generar electricidad, especialmente en Alemania.
Allí, los fabricantes de automóviles se han asegurado su propio suministro de energía (Volkswagen, por ejemplo, tiene en Wolfsburgo su propia central eléctrica), pero no es el caso de miles de PYMES de la industria auxiliar, los proveedores de las grandes marcas.
Estos se enfrentarán este invierno a unos precios de la electricidad tales que se podrían ver obligados sencillamente a parar su producción porque no podrán pagar la factura de electricidad. Y en consecuencia también pararía la fabricación de coches durante el invierno.
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Ya hemos visto lo que puede causar la falta de un componente, como es el caso de un microchip. Ahora, si empiezan a no llegar toda clase de componentes, desde faros a simples moldes de plástico, va a ser un problema aún más enorme en una industria que funciona en just in time, sin stock de nada.
BMW, el Grupo Volkswagen y Mercedes-Benz han dicho que sus propios suministros de energía están asegurados, pero si su red de proveedores falla, sus líneas de producción podrían detenerse en seco.
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