Hace meses que EEUU declaró la guerra económica a la industria China de semiconductores y, con las últimas restricciones a la exportación, la tensión se ha disparado. El gigante asiático ha pasado de ser un socio que trabajaba en silencio para conseguir la autosuficiencia tecnológica que le permitiera liderar (también) este sector, a ser un invitado incómodo.
En este conflicto hay mucho en juego a nivel global: maquinaria, armamento (incluido el nuclear), supercomputación, inteligencia artificial y conducción autónoma, y cómo no, vehículos de todo tipo. Además, el talento también forma parte del tablero.
China ya está prescindiendo de personal extranjero para proteger su industria y, a su vez, los profesionales americanos que estén al servicio de empresas especializadas chinas deberán ir pensando en abandonar sus puestos de trabajo si no quieren exponerse a perder la nacionalidad estadounidense.
Una guerra sin trincheras por el control de la industria
El virus que hace ya tres años lo paró todo nos ha dejado más de una valiosa lección. Entre otras, y centrando el tiro en el terreno de la economía mundial, ha quedado patente la vital importancia de los microchips en gran parte de la industria y, por ende, en el origen de su producción.
En Motorpasión
China es el núcleo de las tensiones en el comercio mundial y