El próximo 5 de febrero entra en vigor la prohibición total de importar a Europa cualquier producto petrolífero ruso y derivados. Esta medida, que forma parte de una larga lista de sanciones al Kremlin, completa al tope al precio del petróleo ruso que ya se impuso en diciembre de 2022 y que fijó un precio máximo de 60 euros al barril de crudo ruso transportado por mar.

Este nuevo embargo (firmado por los 27 países de la Unión Europea, el G7 y Australia) en plena crisis energética quiere evitar que Vladimir Putin, que lleva meses ‘usando la energía como arma’ para financiar la guerra en Ucrania, se salga con la suya, sin duda tendrá efectos colaterales en nuestras gasolineras. Aunque no todos se dejarán notar de forma inmediata.

El juego ‘del gato y el ratón’ y una despensa llena de provisiones

Que Europa siga dependiendo en gran medida de Rusia para su abastecimiento de diésel es un hecho y un grave problema, que ha ido creciendo como una bola de nieve durante décadas.

Solo a finales de 2022, y a pesar de las sanciones, más del 44 % de las importaciones de este combustible procedieron de Rusia. Y todo a pesar del aumento de los flujos procedentes de Oriente Medio y de la demanda de una China contenida por estrictas medidas contra el COVID.

Además, Rusia tiene una capacidad excelente de refinado y los márgenes de refino de gasóleo están disparados. Europa en este apartado suspende, sin embargo, tiene la capacidad de almacenamiento de la que Rusia

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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