Muchos en la industria, desde fabricantes a analistas, no paran de avisar del peligro que suponen para nuestras economías occidentales los coches chinos, especialmente los de propulsión eléctrica. Sin embargo, pocos se acuerdan que en realidad el enemigo, lo tenemos en casa. El problema no son las marcas chinas, sino las propias marcas occidentales que fabrican allí y exportan a Europa.
China está a punto de convertirse en el segundo mayor exportador de coches, pisándole los talones a Japón y superando a Alemania, Estados Unidos y Corea del Sur. Es una situación que conlleva riesgos para Europa y generará nuevas tensiones con socios comerciales y rivales.
Los envíos al extranjero de automóviles fabricados en China se han triplicado desde 2020 hasta superar los 2,5 millones el año pasado, según datos de la Asociación China de Turismos.
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Es cierto que en términos de valor exportado, con los datos de 2021 en la mano, China iba por el puesto 12 (con 22.400 millones de dólares), con Alemania al frente (139.000 millones de dólares) seguida de los actores habituales Japón, Estados Unidos, Corea del Sur y de México (39.900 millones de dólares) y España (33.900 millones de dólares).
Aun así, que todavía China se apoye en el volumen, gracias a ser líder en los mercados de Oriente Medio y Latinoamérica, no puede esconder el hecho que el valor de los