En los 1.000 km del Nürburgring de 1956, nadie daba un duro por el joven y desconocido piloto suizo Michael May. Este se presentó a la carrera con un Porsche 550 Spyder de serie con lo que parecía ser una mesa amarilla plantada en mitad del coche.
Las risas burlonas dejaron paso rápidamente a una risa nerviosa. Sobre todo en la escudería oficial de Porsche. Y es que May al volante de su extraño Porsche con un tablón en medio del coche marcaba el cuarto tiempo absoluto en la sesión de entrenamiento.
Fue más rápido que el propio Juan Manuel Fangio al volante de todo un Maserati 300 S y que Jean Behra sobre Ferrari, pero sobre todo fue mucho más rápido que los pilotos oficiales Porsche y sus más potentes Porsche 550 oficiales. ¿Su secreto? Un par de inventos que se le ocurrieron, el alerón y el DRS.
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No existe en la actualidad un coche de competición que no tenga un alerón, salvo si el reglamento lo prohíbe (NASCAR, por ejemplo). De hecho, son un elemento esencial en un coche si se quiere tener una mínima posibilidad de ganar (hola, Peugeot 9X8). Sin embargo, no siempre estuvieron ahí.
Se suele considerar que el Lotus 49B de 1968 fue el primer coche de carreras en utilizar alerones en competición. Es cierto para la F1,