En su empeño por reducir la siniestralidad de las carreteras debida a los excesos de velocidad, la DGT comenzó a instalar radares de tramo. Es una forma de controlar la velocidad de los vehículos distinta a los cinemómetros que se utilizan en puntos concretos y que llevan muchas décadas en las carreteras españolas.
La diferencia principal es que los radares de tramo miden la velocidad media a lo largo de un recorrido concreto, como su propio nombre indica. Suelen ser de varios kilómetros, aunque hay algunos relativamente cortos y otros mucho más largos.
¿Cómo funciona un radar de tramo?
De hecho, para este sistema utilizar la palabra “radar” no es del todo correcto. Su principio de funcionamiento es aún más sencillo. Cuando entramos en un tramo de velocidad controlada, una cámara registra la matrícula del vehículo al inicio, volviendo a captarla cuando completamos ese trayecto -unos kilómetros más adelante-.
Un sistema automático se encarga de controlar el tiempo que hemos tardado en recorrerlo y calcula la velocidad media. ¿Ponemos un ejemplo para entenderlo mejor?
Un ejemplo sencillo de radar de tramo
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Imagina que estamos ante un radar de tramo que controla un trayecto con una longitud de 5 kilómetros. Supongamos que el límite de velocidad es de 100 kilómetros por hora. Haciendo una regla de tres, el límite de tiempo para recorrer este trayecto está en 3 minutos exactos para este ejemplo.
El primer radar de tramo operativo comenzó a funcionar en 2010, en el túnel de Guadarrama de la A-6 entre Madrid y Segovia.
Si tardamos menos de esos 3 minutos es que hemos ido más deprisa, por lo que hemos realizado una media superior y nos sancionarán por la infracción. Por el contrario, si hemos tardado más que esos 3 minutos, significa que la velocidad media ha sido inferior al máximo