Cae la noche en un pequeño pueblo rodeado de bosques. Las farolas se van encendiendo poco a poco y en las calles casi desiertas, una luz roja lo ilumina todo. No es la secuencia de inicio de una película olvidada de John Carpenter sino algo muy real. Ocurre cada noche en Frederiksborgvej, un pequeño pueblo del municipio de Gladsaxe, situado a 13 kilómetros al norte de Copenhague (Dinamarca).
La iluminación roja de las calles le dan un cierto aire terrorífico. Y para colmo, esa iluminación está ahí para proteger a los murciélagos. Eso sí, aunque esté para el bienestar de esos mamíferos, no influye en la percepción y la visión de los conductores que pasen por ahí.
Una colonia de estos mamíferos voladores es la razón por la que la alcaldesa de Gladsaxe, Trine Græse, ha decidido sustituir las bombillas blancas de las farolas de algunas zonas por luces rojas como la sangre.
En Motorpasión
El tamaño sí importa. La diferencia entre los coches más vendidos de EEUU y España es sencillamente brutal
“Queríamos una iluminación que tuviera el menor impacto posible sobre los murciélagos y la naturaleza, sin comprometer la seguridad vial. Lo mejor para los murciélagos sería no tener luz o tenerla apagada, pero como eso no es posible, la luz roja es lo mejor, y eso es lo que hemos elegido en la parte del tramo donde viven los murciélagos”, explica el ingeniero de carreteras Jonas Jørgensen, responsable de Tráfico