La mayoría de las veces sin darnos cuenta aunque sepamos que pueden pasar factura al bolsillo y muchas otras por desconocimiento, pero también por dejadez o por comodidad. El caso es que existen vicios y malos hábitos que adquirimos al conducir que pasan factura, y acaban provocando averías que al final repercuten en el bolsillo y en la duración del vehículo.
Estos son los malos hábitos más comunes que pueden causar averías en tu coche. Intenta evitarlos.
1 No usar el freno de mano
El freno de estacionamiento está para lo que su propio nombre indica: hay que usarlo siempre tras aparcar, para dejar el coche estacionado. No hacerlo así y confiar en que el coche ya queda bloqueado al dejar una marcha insertada es mala idea, pues deja el esfuerzo en manos de los elementos de la transmisión, y puede causar daños, sobre todo al aparcar en pendientes muy pronunciadas. Y esto es válido tanto para los coches con freno de estacionamiento manual como con los de freno de mano de activación eléctrica.
2 Apurar el depósito de combustible hasta la reserva
¿Eres de los que apuran el depósito de combustible hasta la reserva? No es una buena costumbre. Cuando quedan pocos litros en el depósito la bomba que se encarga de enviar el combustible hacia el motor, que va sumergida en el propio depósito, tiene que trabajar más forzada y está peor refrigerada. A esto hay que añadir que se multiplican las posibilidades de que entren en el circuito burbujas de aire o impurezas, lo que no es nada bueno para el sistema de inyección del motor ni para el filtro de combustible. Así que ya sabes, si al final te va a tocar parara repostar sí o sí, mejor no apures hasta la reserva.
3 No reducir la velocidad antes de pasar por un badén
Por normativa, los badenes, reductores de velocidad o “guardias tumbados” deben cumplir una normativa establecida al efecto. Pero es frecuente encontrarnos badenes que parecen haber sido colocados y puestos sin criterio alguno, de los que cuesta pasar sin rozar con los bajos del coche ni aunque lleves un SUV. Pasar por estos reductores de velocidad –del tipo que sean– sin disminuir la velocidad es someter a un esfuerzo extra a las suspensiones, lo que acortará la vida de tus amortiguadores, y puede causar daños en los anclajes de la suspensión.
4 Subirse o aproximarse demasiado a los bordillos al aparcar
Parece una tontería, pero aparcar subiendo el coche a la acera o aproximarnos demasiado a los bordillos es una práctica muy común que puede causar muchos más problemas de los que imaginas. Lo más fácil es arañar las llantas, pero también es muy sencillo causar daños en los neumáticos. El filo de los bordillos es tan cortante para el flanco de las ruedas como un cuchillo. Pequeños cortes, o las deformaciones que sufren si impactan contra el bordillo o al tener que soportar el peso del coche, pueden causar deformaciones internas que acaban en la aparición de grietas, “chichones” o daños no visibles que pueden tener consecuencias mayores, como un reventón.
Pero no solo los neumáticos. Si no se tiene cuidado al aparcar y las ruedas impactan con el bordillo de forma violenta –y no hace falta ir a mucha velocidad para ello– también puede afectar negativamente a la alineación de la dirección, al equilibrado de los neumáticos, o provocar daños en amortiguadores, rótulas y otros elementos de la suspensión del vehículo.
5 No mantener la distancia de seguridad
Además de ser peligroso, circular excesivamente pegados al vehículo que nos precede es comprar papeletas para que te toque la lotería y seas agraciado con una luna rota. Y es que las roturas del parabrisas se producen normalmente por el impacto de gravilla suelta que sale proyectada hacia la luna, algo que es tan fácil de evitar como dejar distancia suficiente y, sobre todo, ampliarla al circular por carreteras en mal estado o zonas donde se perciba asfalto sucio o grava suelta.
6 No limpiar el coche tras circular fuera del asfalto
Cierto que casi nadie usa los populares SUV para circular fuera del asfalto. Pero los que lo hacen, seguramente pasarían rápido por el túnel de lavado o utilizarían la pistola de presión para limpiar el coche en vez de dejarlo días y días sucio. El barro que se queda adherido en el interior de las ruedas acaba por desequilibrarlas, lo cual no es bueno ni para los neumáticos ni para la dirección o las suspensiones. Del mismo modo, un recorrido por una pista de tierra puede hacer que entren grandes cantidades de polvo que dejen prácticamente inservible el filtro del aire.
7 Parar el motor de repente sin esperar unos segundos tras circular por autopista
Si alguna vez has practicado spinning, al terminar la clase el monitor siempre te recordará que no hay que parar de golpe, y que debes seguir pedaleando ligeramente hasta que el corazón baja de pulsaciones. Con el motor del coche pasa algo parecido: no es nada bueno apagar el motor nada más detener el vehículo, especialmente en los motores turboalimentados tras haberlos sometido a una exigencia elevada. Lo recomendable es esperar en torno a un minuto, para que elementos como el eje del turbocompresor no se queden sin lubricación al carbonizarse el aceite por efecto de la alta temperatura.
No te preocupes si el coche tiene start-stop y en la situación mencionada –por ejemplo al llegar a un peaje tras circular por autopista– el motor se detiene. Si lo hace, es porque puede. Muchos sistemas modernos mantienen activo el sistema de refrigeración del turbocompresor incluso tras haber apagado el motor.
8 Subir el motor de revoluciones cuando todavía no ha alcanzado temperatura
No hay excusas. Ni aunque tengas mucha prisa. Especialmente en invierno, cuando la temperatura es muy baja, arrancar el motor e iniciar la marcha no es nada bueno. Menos aún hacer trabajar al motor a regímenes de giro elevados apurando las marchas cuando todavía no ha alcanzado la temperatura óptima de funcionamiento. El aceite en esas condiciones no circula de forma fluida por el circuito de engrase, y pueden provocarse averías muy serias. Piénsalo bien. ¿De verdad no puedes dedicar 60 segundos mientras el aceite va cogiendo temperatura para ajustarte el cinturón y seleccionar la emisora de radio?
9 Circular en marchas largas con el motor muy bajo de vueltas
También es causa de una de las averías más comunes en la actualidad, sobre todo en los motores diésel, circular con el motor muy bajo de revoluciones, especialmente en marchas largas. Además del sobreesfuerzo para el motor, que puede derivar en roturas o en mayor desgaste, en estas situaciones el motor produce mucha carbonilla, que acaba pasando factura a elementos como la válvula EGR, los catalizadores o los filtros de partículas. Como norma, se puede considerar que lo ideal es llevar el motor siempre que se pueda a un régimen de giro cercano al que se produce el par máximo.
10 Mantener pisado el embrague al detenernos
Seguro que te has visto en esta situación más de una vez: parado en un semáforo, con la primera velocidad insertada y el embrague pisado, esperando a que se ponga verde. O en un atasco, para avanzar ese medio metro antes de pararte de nuevo. Pero has de saber que mientras mantienes pisado el embrague se producen fricciones internas y se somete a un esfuerzo a sus elementos que pueden provocar averías indeseadas. Aunque no te lo creas, el embrague sufre así mucho más que pisando y soltando el pedal las veces que sea necesario. Cuando te detengas, mejor poner punto muerto y olvidarnos del pedal del embrague, hasta que haya que avanzar de nuevo.
11 Utilizar la palanca de cambios como un reposa manos
¿Eres de los que conducen con el codo apoyado en la ventanilla? ¿O quizás de los que dejan la mano apoyada en la palanca de cambios? Mal hecho. Las manos deben de estar siempre en el volante, por una cuestión principalmente de seguridad. Pero en los coches con cambio manual, apoyar la mano en la palanca de cambios puede llevar a un desgaste prematuro en algunos elementos de la transmisión, fruto de la presión que sin querer ejercemos sobre la palanca. Es poco probable, pero la posibilidad existe. Mejor evitarla.
12 Pasar de marcha atrás a primera –o a la inversa– rápidamente al aparcar
Otra maniobra muy común que causa estragos en las cajas de cambios: seleccionar la primera velocidad sin esperar a que el vehículo se detenga por completo cuando estamos realizando una maniobra de aparcamiento y nos desplazamos marcha atrás. O al revés, insertar la marcha atrás mientras el coche todavía se está moviendo hacia delante, aunque sea a muy baja velocidad. Escucharás al cambio, especialmente a los engranajes y sincronizadores, quejarse con un sonido característico cuando las marchas “rascan”. Y si se quejan, es por algo.
13 Abusar del punto muerto o de los frenos en pendientes prolongadas
Muchos conductores tienen la mala costumbre de abusar de los frenos en bajadas prolongadas en vez de recurrir a marchas más cortas para aprovechar el freno motor. Eso por no hablar de los que tienen la costumbre de poner punto muerto, con la creencia errónea de que así ahorran más combustible, más el riesgo que ello conlleva de cara a la seguridad. Utilizar una marcha más corta que ayude a mantener la velocidad no es perjudicial para el motor aunque gire más alto de vueltas, y abusar de los frenos aumenta el desgaste de los discos y de las pastillas, además de que puede provocar deformaciones en los discos, o acortar la vida útil del líquido de frenos, restando eficacia al sistema.
14 Circular con exceso de carga
Es de pura lógica: cuanto más pese tu coche, mayor esfuerzo para todos los elementos mecánicos: motor, suspensiones, frenos… Y por descontado, también mayor consumo. No es cuestión de andar dejando en casa los asientos de tu monovolumen o de prescindir hasta de la rueda de repuesto. Pero no dejes permanentemente en el coche aquello que no vayas a necesitar.
15 No controlar la presión de los neumáticos
Uno de los peores hábitos que puede tener un conductor. Primero porque como único punto de contacto con el asfalto, los neumáticos forman parte del llamado “triángulo de la seguridad” del vehículo, junto con la amortiguación y los frenos. En segundo lugar, porque algo tan sencillo como verificar las presiones una vez al mes, o ajustarlas en función de la utilización –velocidad y carga– alarga la vida de los neumáticos y hace que su desgaste sea regular.
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