Un estudio de la Universidad de Leeds revela que Groenlandia ha perdido 28.707 km² de hielo en tres décadas, un área comparable al tamaño de Albania, dejando expuestas rocas y generando nuevos humedales y zonas de arbustos. Este cambio, acelerado por el aumento de las temperaturas, afecta no solo al paisaje sino también a la temperatura superficial, las emisiones de gases de efecto invernadero y la estabilidad del permafrost, impactando la infraestructura y las comunidades locales. Este fenómeno destaca las consecuencias tangibles del calentamiento global y los desafíos futuros que enfrenta el Ártico.

Transformación en el Ártico

La reciente investigación liderada por la Universidad de Leeds ha arrojado luz sobre una de las transformaciones más significativas del Ártico: el alarmante retroceso de los hielos de Groenlandia y su reemplazo por vegetación. En las últimas tres décadas, Groenlandia ha visto desaparecer 28.707 kilómetros cuadrados de su cubierta de hielo y glaciares, un área que equivale al tamaño de un país entero, como Albania, y que representa aproximadamente el 1,6% del total de su hielo y glaciares. Este fenómeno es particularmente notable en los bordes de los glaciares actuales, así como en regiones específicas del norte y suroeste de la isla, donde se ha concentrado la mayor pérdida de hielo.

El estudio destaca que el incremento de las temperaturas del aire es un factor clave detrás de este retroceso del hielo, lo que conlleva una serie de consecuencias para el paisaje, incluyendo la degradación del permafrost. Esta capa permanentemente congelada bajo la superficie terrestre, esencial para la estabilidad del paisaje ártico, está siendo amenazada por el calentamiento, lo que podría tener serias implicaciones para la infraestructura, los edificios y las comunidades que se asientan sobre ella. Además, la pérdida de hielo no solo cambia la fisonomía de Groenlandia, sino que también tiene un impacto directo en la temperatura de la superficie terrestre y en las emisiones de gases de efecto invernadero, dos factores críticos en el debate sobre el cambio climático.

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En paralelo a la desaparición del hielo, Groenlandia está experimentando un «enverdecimiento» acelerado. El área de tierra cubierta por vegetación ha aumentado en 87.475 kilómetros cuadrados durante el periodo de estudio, más del doble de la extensión inicial. Este incremento es especialmente pronunciado en el suroeste, el este y el noreste de Groenlandia, donde la densa vegetación de humedales ha experimentado el mayor crecimiento. Este cambio no solo modifica el paisaje y los ecosistemas de Groenlandia, sino que también altera el flujo de sedimentos y nutrientes hacia las aguas costeras, impactando a las comunidades indígenas cuyas prácticas tradicionales dependen de la estabilidad de estos ecosistemas.

La investigación, publicada en la revista Scientific Reports, subraya la urgencia de comprender y mitigar los efectos del calentamiento global en el Ártico. La expansión de la vegetación y la pérdida de hielo son indicativos de una transformación más amplia que está ocurriendo en la región, una que no solo tiene implicaciones locales, sino globales, especialmente en lo que respecta al aumento del nivel del mar. Los científicos advierten que es probable que en el futuro se produzcan temperaturas aún más extremas, lo que aceleraría estos cambios y plantearía desafíos aún mayores para Groenlandia y el resto del mundo.

Impacto y consecuencias a largo plazo

La transición ecológica de Groenlandia hacia un paisaje más verde, marcada por la pérdida acelerada de hielo y el avance de la vegetación, pone de relieve los efectos tangibles del cambio climático en el Ártico. Este fenómeno no solo transforma la geografía física de la región, sino que también altera profundamente sus ecosistemas y la vida de sus habitantes. La expansión de humedales y arbustos, especialmente en áreas cercanas a Kangerlussuaq y en zonas aisladas del noreste, refleja un cambio significativo en la biodiversidad y la estructura ecológica de la isla, afectando directamente a las especies que habitan estas áreas y a las comunidades indígenas que dependen de estos ecosistemas para su subsistencia.

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El cambio en la cobertura del suelo tiene implicaciones directas en la temperatura de la superficie terrestre y en las emisiones de gases de efecto invernadero. La nieve y el hielo, con su alta capacidad de reflexión, juegan un papel crucial en el mantenimiento de bajas temperaturas globales. A medida que estos se retiran, dejan al descubierto superficies que absorben una mayor cantidad de energía solar, contribuyendo al calentamiento tanto local como global. Además, la transformación de hielo a agua y la formación de humedales incrementa las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero, exacerbando el ciclo de calentamiento.

La pérdida de hielo en Groenlandia no solo es un indicador de los cambios climáticos en curso, sino que también contribuye de manera significativa al aumento global del nivel del mar. Este fenómeno representa una de las mayores amenazas asociadas al cambio climático, con el potencial de alterar geografías costeras, desplazar comunidades humanas y alterar patrones climáticos y corrientes oceánicas a nivel mundial. Los investigadores, a través de modelos predictivos, han identificado áreas en Groenlandia que probablemente experimentarán cambios marcados y acelerados en el futuro, lo que subraya la necesidad de acciones y políticas dirigidas a mitigar estos efectos.

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