La energía eléctrica puede ser producida gracias a productos muy variados. Alguno de ellos son muy contaminantes y pueden provocar serios problemas medioambientales. El petróleo o el gas pueden ser alguno de ellos, igual que elementos radiactivos, pero hay otros que no generan residuos. La energía solar, la eólica, la que utiliza el agua en pantanos y embalses e incluso la que aprovecha la fuerza de las olas o las mareas, son una buena muestra de ello.
Pero también se produce electricidad utilizando materiales que se queman para generar vapor de agua que haga girar enormes turbinas, pero que no son tan contaminantes. La biomasa es uno de esos productos poco contaminantes que ayudan a generar energía, pero sin crear serios problemas de contaminación.
¿Qué es la biomasa?
La biomasa es, según la definición de la Directiva Europea de Energías Renovables (Directiva (UE 2018/2001), la fracción biodegradable de los productos, residuos y desechos de origen biológico procedentes de actividades agrarias, incluidas los productos de origen vegetal y de origen animal, de la silvicultura y de las industrias conexas, incluidas la pesca y la acuicultura, así como la fracción biodegradable de los residuos, incluidos los residuos industriales y municipales de origen biológico.
Es decir, son residuos orgánicos provenientes de la actividad agrícola o de otro tipo, que se procesan y se pueden utilizar para su quema y conseguir de esa energía la producción de electricidad. Con la combustión, se genera vapor de agua y se hacen girar las turbinas que generan electridad. Y no es el único uso que se puede hacer de la biomasa.
También pueden someterse a un proceso de digestión anaoróbica, algo se consigue una degradación de la biomasa sin oxígeno, consiguiendo de esta manera gas metano. Este gas puede ser utilizado para generar energía eléctrica, pero también calor.
Usos de la biomasa
Existen grandes plantas generadoras de electricidad que utilizan la biomasa para este fin, pero también hay instalaciones mucho más pequeñas, destinadas al uso doméstico.
En cuanto a su origen, la biomasa se divide en varias categorías. La biomasa de primera generación proviene de productos agrícolas con compuestos ricos en hidratos de carbono. Estos productos pueden ser la remolacha, la caña de azúcar o el máiz.
La biomasa de segunda generación es la que se obtiene de residuos que no están destinados al consumo humano, como los generados por la industria agroalimentarias, forestales y los que provienen de aceites vegetales usados y los residuos orgánicos que provienen del consumo urbano.
Por último, están los de tercera generación, que provienen de algas y planta acuáticas. Este es menos utilizado y no tiene tanta implatación como los otros, pero cada vez gana más importancia.
Las ventajas de utilizar este combustible son muchas. Entre ellas figura la posibilidad de utilizar un producto renovable, sostenible y que se genera de manera habitual. Las emisiones de su combustión son menos dañinas que las de los combustibles fósiles y fomenta la economía circular, ya que todo proviene de productos ya utilizados.
Sin embargo, el uso de la biomasa puede tener otros problemas. Uno de ellos es el cultivo extensivo de productos agrícolas destinados a su uso para producir electricidad, gas o biocombustible. Además, el transporte de la biomasa genera emisiones contaminantes que pueden hacer que no sea tan eficiente como se espera.
Mientras tanto, es una buena opción para conseguir electricidad sin provocar tantas emisiones contaminantes, así que sigue siendo una buena idea su utilización.
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