Los rovers espaciales tripulados y los coches convencionales, aunque parecen pertenecer a mundos distintos (nunca mejor dicho), comparten algunas similitudes sorprendentes. Ambos vehículos están diseñados para transportar personas o carga por tierra, enfrentando desafíos de terreno, movimiento y control. Sin embargo, las diferencias entre ambos son abismales, resultado de las condiciones extremas del espacio exterior.
Como sabes, en 2018, SpaceX, de Elon Musk, usó un cohete Falcon Heavy para llevar un Tesla Roadster, de Tesla Motors, también propiedad de Musk, al espacio. A bordo se usó un maniquí al que llamaron Starman, y se puso en órbita para demostrar las capacidades de propulsión y transporte de cargas pesadas del cohete. Actualmente, el Tesla Roadster viaja a mucha distancia de la Tierra, con una velocidad aproximada de 38.000 km/h, por lo que se puede decir que es el vehículo eléctrico más rápido… Fuera de bromas, no me refiero a este tipo de coches, sino a los rovers, en los que me centraré.
Similitudes entre los rovers y los coches terrestres
Si comparamos un rover espacial con un coche convencional terrestre, ambos están diseñados para lo mismo, para poder transportar a personas o carga de forma fácil y a largas distancias. Además, hay que decir, que al igual que existen coches autónomos, también hay rovers «autónomos», aunque generalmente son guiados desde la Tierra y no son totalmente independientes.
También se parecen en la arquitectura básica, ya que ambos tienen un chasis, ruedas, sistema de frenado, dirección, suspensión y un sistema de propulsión, entre otros. Evidentemente, estos componentes comunes pueden ser diferentes debido a las condiciones especiales del espacio, pero están presentes en ambos…
El primer rover lunar, el Lunokhod 1, lanzado por la Unión Soviética en 1970, antes que el americano, pesaba unos 750 kg, y pudo recorrer 10 km por la superficie lunar durante 10 meses.