El desarrollo de la inteligencia artificial plantea una cuestión tanto práctica como ética: ¿pueden las máquinas adquirir consciencia? Para responder, debemos entender la consciencia, que implica la disponibilidad global de la información y la capacidad de autovigilancia. Exploramos estos rasgos y su potencial implementación en máquinas.
¿Qué es la consciencia?
La consciencia se refiere a la capacidad de darse cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor, en nuestro organismo y de nuestros actos, permitiendo un comportamiento flexible y controlado. Este comportamiento consciente se caracteriza por dos rasgos esenciales:
Disponibilidad global de la información (R1): Aunque algunas partes del cerebro están altamente especializadas, un requisito de la consciencia es que la información esté disponible de forma global. Por ejemplo, si vemos algo, debemos poder identificar su color, forma, sonido y cómo se utiliza.
Autovigilancia o metacognición (R2): Esta capacidad permite evaluar si una respuesta fue adecuada o errónea, lo que permite corregir la respuesta de manera inmediata o en situaciones futuras. Este proceso es conocido como metacognición.
La consciencia en acción: un ejemplo culinario
Imaginemos que estamos cocinando una tortilla de patatas. Primero, seleccionamos y utilizamos los ingredientes en el momento oportuno (R1). Durante la preparación, probamos la comida para ajustar el sabor según nuestras preferencias actuales (R2). Ambos rasgos son necesarios para la consciencia; sin uno de ellos, el procesamiento sería inconsciente y limitado, como echar sal automáticamente sin poder evaluar la cantidad correcta.
Evaluando la consciencia en seres vivos
El primer rasgo, disponibilidad global de la información, se ha observado en seres vivos sin lenguaje. Bebés humanos y algunos animales como cuervos y primates pueden responder a estímulos complejos. El segundo rasgo, la metacognición, se manifiesta en la capacidad de autoevaluar el procesamiento y tomar decisiones basadas en la seguridad de la percepción o respuesta.
¿Pueden las máquinas tener estos rasgos?
Algunos investigadores sugieren que ambos rasgos podrían implementarse en las máquinas, haciéndolas actuar como si fueran conscientes. Por ejemplo, un robot que cocina podría ajustar la cantidad de sal basada en la tensión arterial del comensal (R1) y evaluar si el resultado es satisfactorio (R2). Sin embargo, en los organismos biológicos, la consciencia surge de la interacción del cerebro con el ambiente y el propio organismo, lo que genera experiencias subjetivas esenciales para la supervivencia.
La consciencia en las máquinas: una visión lejana
La evidencia científica actual indica que para que se produzca la consciencia, se necesita un sistema capaz de procesar información globalmente y evaluarla continuamente. Las máquinas, aunque avanzadas, carecen de una mente y un organismo vivo para crear representaciones sensoriales del entorno y de su estado interno. Esta falta de integración interna entre el cerebro y el organismo limita la posibilidad de que las máquinas desarrollen consciencia tal como la conocemos.
Un futuro incierto
Aunque las computaciones actuales no cumplen los requisitos para la consciencia, el rápido progreso de la tecnología requiere una vigilancia continua de la ciencia. Es crucial anticiparse a los dilemas éticos que puedan surgir, supervisando los avances tecnológicos para garantizar un desarrollo responsable y consciente de las implicaciones de la inteligencia artificial.
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