Desde el lanzamiento al mercado de la primera generación en 2016 -que posteriormente experimentó un ligero restyling en 2019-, el Mercedes-Benz GLC Coupé no ha dejado de dar alegrías a la marca de la estrella… y satisfacciones a sus compradores. De hecho, se trata de un modelo que incluso es muy buscado en el mercado de ocasión.
La segunda generación, a la venta desde principios de 2023, sigue siendo uno de los SUV más vendidos de su categoría, donde el GLC Coupé compite con coches como el Audi Q5 Sportback y el BMW X4. Una generación que sigue haciendo gala de todos los atributos que han convertido al GLC Coupé en un modelo de éxito. Por ello en la marca decidieron mantener, con mínimos retoques, las líneas maestras de su diseño exterior, uno de sus principales argumentos, y centrarse en perfeccionar todo lo demás: desde la gama de motores a las posibilidades de equipamiento, sobre todo en el apartado multimedia.
La versión de acceso a la gama es el GLC Coupé 200 4MATIC, con motor de gasolina de 204 CV y un precio desde 65.200 euros. Justo por encima queda el 220 d 4MATIC, con el motor turbodiésel de 197 CV, que es es el que hemos probado. Por encima hay versiones gasolina y diésel más potentes, variantes híbridas enchufables y los especialísimos modelos firmados por AMG, el GLC 43 4MATIC y el GLC 63 S E Peformance.
Como te adelantaba en el titular, voy a darte tres razones por las que esta versión en concreto, el GLC Coupé 220 d 4MATIC, me parece una de las mejores opciones de su clase, y dejaré para el final un motivo por el cual yo no me lo compraría.
1.- Por diseño, calidad y posibilidades de personalización
Son alrededor de 5.000 euros más que la versión SUV, el Mercedes-Benz GLC, de planteamiento más familiar. Pero la silueta del GLC Coupé, y sobre todo esa zaga, siguen entrando por los ojos. Reconozco que yo soy más de berlinas; en concreto, de berlinas con carrocería station wagon. Pero hay algunos SUV que me hacen «tilín», y el GLC Coupé siempre ha sido uno de ellos.
En concreto, nuestra unidad de pruebas luce algunos detalles que hacen que resulte aún más espectacular, como la pintura mate, los estribos laterales o las llantas de 20 pulgadas, aunque ya sabes, eso supone pasar por caja… y eleva notablemente la factura final. Las posibilidades son inmensas tanto a la hora de configurar el coche con opciones individuales como si recurres a los paquetes. En concreto, hay cuatro packs AMG, denominados Advanced, Advanced Plus, Premium y Premium Plus, con precios que van desde los 5.000 euros hasta los más de 14.000 euros.
Y este último, el más caro, es justo el que lleva el modelo que ves en las imágenes. Un dineral, pero a la vez toda una tentación, con el que tu GLC 220 d turbodiésel podría pasar perfectamente por una de las versiones AMG tope de gama . Entre otras cosas el pack incluye cámara 360 grados, faros con luz digital adaptativa, frenos sobredimensionados, una espectacular instrumentación proyectada en el parabrisas, acceso sin llave, portón trasero manos libres, asientos eléctricos con memoria, techo panorámico practicable, decoración AMG exterior e interior, un sistema de navegación MBUX con realidad aumentada (proporciona imágenes reales sobre las que se proyectan flechas dinámicas de guiado en 3D que hacen seguir la ruta sea un juego de niños), volante y pedalier deportivo, equipo de audio Burmester 3D y llantas de 19 pulgadas, que en esta unidad se han sustituido por las opcionales de 20 pulgadas.
Lo mejor, como digo, es que puedes partir del modelo de serie y personalizarlo según tu presupuesto. Si te quedas con el coche tal y como viene de serie ya no luce tan espectacular, pero tampoco vas a echar nada importante en falta, el equipamiento de serie ya es muy completo. Si acaso, yo no prescindiría del asistente activo de distancia DISTRONIC, que debería ser de serie; pero se ofrece en opción por unos 550 euros, o como parte del paquete de asistencia a la conducción plus, que cuesta 3.365 euros y añade el asistente para la conducción en atascos, el asistente de frenado activo con función de cruce, el detector de presencia en el ángulo muerto y los sistemas de frenada de emergencia pre-safe.
Lo que no es opcional en el GLC Coupé, da igual la versión que elijas, es la sensación de calidad que transmite. Entre las muchas opciones disponibles destacan algunas como los faros matriciales digitales Digital Light, que proyectan imágenes sobre la calzada delante del coche; por ejemplo flechas de indicación al activar el intermitente para cambiarte de carril, o como alerta de proximidad si te acercas mucho al coche que circula delante. Cuestan casi 2.000 euros, y reconozco que son totalmente prescindibles, aunque es una pasada lo bien que funcionan. También se puede equipar el paquete ENERGIZING Plus, del que se puede decir lo mismo: muy espectacular, con los asientos multicontorno ventilados y programas que juegan con la iluminación ambiental y hasta con fragancias y funciones de masaje para aliviar el cansancio, pero que supone un desembolso de 3.000 euros. Más interesante es el asistente de conducción con remolque, que estabiliza el remolque durante la marcha y es capaz de realizar ciertas maniobras de aparcamiento de forma autónoma.
2.- Por su versatilidad también para el uso diario
Frente a la versión SUV, el GLC se distingue por su silueta coupé y por el tren de rodaje deportivo de serie, con amortiguación más firme y menor distancia libre al suelo. Lo primero resta algo de versatilidad a las plazas traseras y disminuye la capacidad del maletero, mientras que lo segundo permite que el tacto al volante sea más ágil. Pero tanto por habitabilidad como por confort de marcha, el GLC Coupé sigue siendo un coche que te puedes plantear para una utilización diaria e incluso cumple como único coche familiar en casi cualquier situación.
Las plazas traseras siguen ofreciendo el mismo espacio para las piernas y la misma anchura que en el SUV. Se pierde algún centímetro en altura, y también es cierto que, debido a la línea descendente del techo, el acceso a estas plazas es algo más incómodo. Pero siguen siendo perfectamente utilizables por adultos incluso para viajar, y entonces te das cuenta de lo que dan de sí los 545 litros de capacidad del maletero, con formas muy regulares y con un práctico doble fondo bajo el piso. Apenas pierde 55 litros respecto al SUV.
La presentación y el aspecto del interior, así como el manejo de los distintos sistemas, es otro de los apartados que me convencen del GLC Coupé. Sobre todo con esta nueva versión del sistema de infoentretenimiento MBUX. Por fin el reconocimiento de voz ofrece la efectividad de la que presumía Mercedes desde la primera generación de este sistema presentada en el Clase A, pero que hasta hace poco no conseguía. Ahora puedes iniciar una ruta en el navegador, ajustar la climatización o incluso abrir el techo panorámico con la voz… sin tener que repetir la orden varias veces intentando que el coche la entienda.
También me gusta la disposición de las pantallas por separado, en vez de una a continuación de otra, algo que vemos cada vez con más frecuencia. La de la instrumentación es de 12,3 pulgadas, y la del sistema multimedia de 11,9 pulgadas, colocada en el centro del salpicadero en posición vertical. Ambas ofrecen una altísima resolución, con imágenes y gráficos de una grandísima calidad, y con tantas funciones que es obligado pasar un tiempo «brujuleando». No hay botones más allá de los del volante y de una hilera bajo la pantalla que da acceso directo a algunas funciones, como el selector de modos de conducción, las cámaras 360 y el volumen del equipo de audio. Los mandos de la climatización, por ejemplo, aparecen siempre fijos en la parte inferior de la pantalla, pero son «virtuales» y se manejan peor que unos mandos convencionales físicos, por lo que se valora aún más el buen funcionamiento del control por voz.
3.- Por su tacto al volante: un SUV para disfrutar conduciendo
Incluso en esta versión turbodiésel, que supone el nivel de acceso a la gama por potencia, con sus 197 CV, el GLC Coupé convence al conducirlo por el tacto que ofrece al volante de coche sólido, bien hecho y muy agradable de conducir. Es cierto que la unidad probada estaba equipada con la suspensión Airmatic y la dirección a las cuatro ruedas, pero he probado otros GLC con la suspensión de serie y el equilibrio que ofrece me parece perfecto. Transmite mucha seguridad cuando hay que frenar o girar, y es muy cómodo circulando por autopista por la forma en la que la suspensión se traga los baches, por el aplomo de la dirección y por lo bien aislado que está el habitáculo.
El motor turbodiésel de la versión 220 d cunde mucho más de lo que a priori podrías esperar para su potencia, lo cual despeja la duda de si hay que considerar el 300 d, con 269 CV. En mi opinión, no es necesario. Cuenta con un sistema de hibridación ligera de 48 voltios en el que un pequeño motor eléctrico de casi 25 CV puede ayudar al motor de combustión en ciertas situaciones aportando un extra de empuje (nunca puede mover las ruedas por sí solo), hace las veces de motor de arranque y recupera energía durante la marcha para mantener la red eléctrica principal del coche, lo que permite avanzar por inercia con el motor apagado en ciertas situaciones para ahorrar combustible. Y lo hace todo muy bien.
El resultado es un motor que, en combinación con la suavísima caja de cambios automática de nueve marchas -que se puede manejar manualmente mediante las levas en el volante-, ofrece una buena capacidad de aceleración y empuja con solvencia en cualquier circunstancia. Y lo hace con un consumo bajísimo: hay que frotarse los ojos para creerse los 6,5 l/100 km que puede registrar el ordenador de viaje en conducción tranquila, y es muy complicado pasar de los 10 l/100 km incluso aunque te empeñes en buscarle las cosquillas al chasis y a las ayudas a la conducción en una carretera de montaña. Pero te lo acabas creyendo, sobre todo cuando compruebas que no es complicado acercarse a los 1.000 km de autonomía entre repostajes. Me quedo con el equilibrio entre prestaciones y consumo que ofrece esta versión, aunque también destacaría la suavidad y la finura del motor turbodiésel, incluso en conducción urbana o en atascos, con un start-stop rapidísimo gracias a la hibridación ligera.
En cuanto al chasis, con la suspensión Airmatic y la dirección a las cuatro ruedas es una verdadera delicia conducir el GLC Coupé. Me cuesta mucho no recomendarlo, pero si valoras el apartado dinámico más que el estético lo consideraría antes que cualquier otro paquete opcional. Son 3.900 euros, pero transforman por completo al coche, que pasa de ofrecer un comportamiento dinámico de notable a merecer un sobresaliente. Es una verdadera delicia la forma en la que puedes enlazar curvas en el modo «sport», con la agilidad propia de un pequeño GTI y sin apenas balanceo de la carrocería… o «surfear» por los baches disfrutando de una conducción relajada en autopista en el modo «comfort». Y también me han sorprendido lo bien que aguantan los frenos el trabajo intenso.
Como todos los GLC Coupé, la tracción es a las cuatro ruedas de serie, con un reparto de par inicial del 45/55% entre los ejes delantero/trasero respectivamente, y variable en función de la adherencia y de la conducción. No es un sistema de tracción total pensado para aprovechar las cualidades del GLC Coupé fuera del asfalto, que lógicamente están muy limitadas por la reducida altura libre al suelo, aunque puede ser una ayuda a la hora de salir puntualmente a una pista o un camino en buen estado. Para el GLC SUV sí se ofrece un paquete offroad que incluye protector de bajos y 20 mm más de altura al suelo, pero no está disponible en el Coupé.
Y por este motivo NO me compraría el GLC Coupé 220d 4MATIC
Hasta aquí todo pinta muy bien. Pero hay una razón de peso para descartar el GLC Coupé 220d: con la última bajada de precio aplicada por Mercedes-Benz, por apenas 1.900 euros más tienes un GLC Coupé 300 de híbrido enchufable, cuando lo normal en coches de este tipo es que la diferencia entre estas motorizaciones ronde los 15.000 euros. Una alternativa irresistible, si tienes en cuenta todo lo que ofrece la versión PHEV y que, al fin y al cabo, no cambias de modelo.
Toma nota. Para empezar, el 300 de rinde una potencia de sistema de 333 CV y tiene unas prestaciones mucho mejores: acelera casi 2 segundos más rápido de 0 a 100 km/h, siempre que la batería tenga carga. Si no, en el peor de los casos siempre contarás con la potencia del motor turbodiésel, que es el mismo que en el 220 d. Además, puedes utilizarlo a diario en modo completamente eléctrico, con una autonomía real que rondará los 100 km -según cifras homologadas son 126 km- gracias a su batería de más de 30 kWh de capacidad bruta. Una batería que puede cargarse cómodamente en casa por la noche en un enchufe doméstico, en unas 2.5 horas con corriente alterna y 11 kW de potencia en una estación de carga pública o utilizando un wallbox… o en menos de media hora si recurres a un punto de carga rápida, pues admite carga con corriente continua y una potencia de hasta 60 kW.
Si no tienes dónde enchufarlo a diario no es excusa: el GLC 300 de funcionará como un híbrido convencional, con un consumo de combustible que apenas será un poco mayor que el del GLC 220 d. Y raro será que no puedas recargarlo de vez en cuando en la red pública. Si acaso, admitiría como único motivo para no decantarse por el híbrido enchufable que pierde 155 litros de capacidad de maletero. Pero son tantas las ventajas frente a este inconveniente que yo me plantearía jugar al «tetris» con las maletas… o incluso recurrir a un cofre de techo para ese viaje largo de vacaciones. Por cierto, en la versión híbrida enchufable la suspensión neumática Airmatic y la dirección a las cuatro ruedas son de serie; solo el precio de esta opción en el turbodiésel ya es superior a la diferencia de precio que hay entre las dos versiones.
Por su fuera poco, recuerda que, además de mejores prestaciones con menos consumo y la posibilidad de utilización a diario en modo eléctrico, a esta versión híbrida enchufable le corresponde la etiqueta CERO de la DGT en vez de la ECO, que por sí sola para muchos ya supone un motivo más que suficiente como para dar el salto. Por cierto: por el mismo precio también tienes un 300 e PHEV, en el que el motor de combustión es de gasolina. Pero aunque actualmente sea todo un «rara avis», Mercedes-Benz ha demostrado que la combinación de un buen motor turbodiésel con la tecnología PHEV es imbatible a la hora de hablar de eficiencia, sin necesidad de renunciar a nada.