La contaminación atmosférica, causada por partículas en suspensión y gases de vehículos, industrias y calefacciones, afecta a la mayoría de la población mundial, según la OMS. Este fenómeno es responsable de millones de muertes prematuras anuales y agrava problemas respiratorios y cardiovasculares. Desde el tráfico urbano hasta el uso de combustibles fósiles, los principales contaminantes han sido identificados, pero la solución requiere de políticas estrictas y acciones inmediatas para mejorar la calidad del aire y proteger la salud pública.
El legado de la Gran Niebla de Londres y la evolución de la contaminación del aire
Uno de los episodios más trágicos y reveladores sobre los peligros de la contaminación atmosférica ocurrió en diciembre de 1952 en Londres. Durante la llamada Gran Niebla, una combinación letal de emisiones industriales y calefacciones de carbón se acumuló en el aire sin dispersarse debido a la falta de viento. En apenas unos días, más de 12.000 personas murieron como consecuencia directa de la contaminación del aire. Este suceso histórico marcó el inicio de una mayor conciencia global sobre los peligros de la polución y llevó a la implementación de políticas que intentaban reducir el impacto de los contaminantes.
A pesar de los avances en regulación desde entonces, la contaminación del aire sigue siendo una crisis mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 99% de la población respira aire que excede los niveles recomendados de calidad. Aunque ciudades como Londres han avanzado en la mitigación de estos episodios, el aire en zonas urbanas de todo el mundo sigue presentando riesgos significativos para la salud pública. El caso de Londres sirve como un recordatorio de que, aunque las tecnologías y las políticas han mejorado, la contaminación atmosférica sigue siendo un desafío global.
Los principales contaminantes del aire: de los motores a las calefacciones
La contaminación atmosférica es el resultado de una combinación de partículas en suspensión y gases tóxicos generados por actividades humanas. En las ciudades, el tráfico rodado es uno de los mayores responsables. Las partículas en suspensión (PM10 y PM2,5), generadas por el desgaste de frenos, ruedas y pavimentos, junto con el dióxido de nitrógeno (NO₂) producido por los motores de combustión, representan un riesgo grave para la salud. De hecho, el 35% de estas partículas en áreas urbanas proviene del tráfico, según datos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA – CSIC).
Además, las calefacciones de carbón y biomasa en los hogares y la industria contribuyen con otro contaminante peligroso: el benzopireno (BaP). Este compuesto, junto con el ozono troposférico (O₃), que se forma cuando los gases precursores como el NO₂ interactúan con la radiación solar, incrementa el riesgo de enfermedades respiratorias. Aunque el ozono en las capas altas de la atmósfera nos protege de la radiación solar, a nivel de superficie es un potente contaminante. Esta combinación de factores ha hecho que la calidad del aire en muchas ciudades sea un problema continuo.
Impactos de la contaminación atmosférica en la salud pública
La exposición prolongada a la contaminación del aire tiene graves consecuencias para la salud. Las partículas en suspensión (PM2,5 y PM10) son las que más preocupan a los expertos, ya que son lo suficientemente pequeñas como para ser inhaladas profundamente en los pulmones, donde interfieren con el proceso respiratorio y el intercambio de gases. Estas partículas han sido vinculadas a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) las clasifica como agentes cancerígenos desde 2013. Además, según la OMS, la contaminación del aire es responsable de siete millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo.
El 80% de las defunciones relacionadas con la contaminación atmosférica se deben a enfermedades cardiovasculares como la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares, mientras que un 14% están relacionadas con infecciones respiratorias como la bronquiolitis, y un 6% con cáncer de pulmón. Los más vulnerables, como niños y ancianos, son quienes más sufren los efectos adversos. Investigaciones han demostrado que los niños expuestos a altos niveles de contaminación tienen un desarrollo pulmonar más limitado, lo que aumenta la probabilidad de enfermedades respiratorias en la edad adulta. Este impacto en los grupos más vulnerables subraya la urgencia de reducir la exposición a estos contaminantes para proteger la salud a largo plazo.
Medidas para combatir la contaminación del aire
Abordar la contaminación atmosférica requiere un enfoque integral que combine regulaciones estrictas, control de emisiones y la promoción de nuevas tecnologías. Tal como se demostró tras la Gran Niebla de Londres, identificar las fuentes principales de contaminación, como el uso de combustibles sólidos en calefacciones y las emisiones de los vehículos, es el primer paso para mitigar sus efectos. Las políticas actuales en Europa y otros lugares han comenzado a imponer límites estrictos a las emisiones de contaminantes, estableciendo normas para controlar hasta 15 diferentes sustancias tóxicas en el aire.
Según el proyecto europeo AIRUSE, reducir el uso de vehículos privados, promover el transporte público eficiente y crear zonas de bajas emisiones son medidas clave para mejorar la calidad del aire en las ciudades. Además, fomentar la movilidad activa (como caminar o andar en bicicleta) y rediseñar los espacios urbanos para priorizar las zonas verdes sobre el tráfico vehicular son estrategias que ya se están implementando en varias ciudades europeas. Finalmente, el uso de sistemas de calefacción más limpios, como las bombas de calor o la energía solar, podría reducir significativamente las emisiones de contaminantes como el benzopireno, mejorando la calidad del aire en entornos urbanos y rurales.
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